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de Menéndez Pidal han iniciado esta serie con la edición y el estudio de La Serrana de la Vera 1, obra muy importante para la historia del teatro español.

No se ha intentado todavía fijar el valor de los manuscritos de Vélez no autógrafos 2 que posee la Biblioteca NaIcional de Madrid.

II.

Análisis de «El Rey en su imaginación».

Vélez desarrolla en su comedia el siguiente asunto: Acto I. En Sicilia: el campo. Rabel se queja a Celia de la ingratitud con que corresponde a su cariño, pues ha puesto los ojos en Carlos, a pesar de la altiva condición de éste (versos I a 88). Se oyen gritos de cazadores, y Rabel censura la conducta de la reina, que, tan caprichosa como las demás mujeres, no sale del campo y abandona los deberes del gobierno por la caza, cuando el rey de Nápoles, Febo, se propone invadir Sicilia (versos 89 a 156).

chada Estefanía, La Serrana de la Vera, La tragedia del rey don Sebastián, etc.

1 Teatro Antiguo Español, I, 1916. Véase también R. MENÉNDEZ PIDAL, L'épopée castillane, págs. 234-237, para otras relaciones del teatro de Vélez con el Romancero. - De la edición de La Serrana de la Vera y del estudio que la acompaña se han ocupado: MORLEY, Hispania (California), 1918, I, 185-188; RENNERT, Romanic Review, 1918, IX, 238-239; J. G. O., Revista de Filología Española, 1917, IV, 411-414; G. T. NORTHUP, Modern Philology, 1917, XV, 127-128; A. COSTER, RCHL, 1916, núm. 37, 162-163; E[RNEST] M[ÉRIMÉE], Bulletin Hispanique, 1916, XVIII, 290-292; M. A. Buchanan, Modern Language Notes, 1917, XXXII, 423-426.

2 Los autógrafos son cuatro: El águila del agua y batalla naval de Lepanto (publicada por el Sr. Paz y Melia en la Revista de Archivos, X, págs. 180-200 y 307-325, y XI, 50-67), La Serrana de la Vera, El Rey en su imaginación y El conde D. Pero Vélez, que editaré en esta misma serie.

A las insinuaciones de Celia responde Carlos que no se siente inclinado al amor, indigno de pechos valerosos y que afemina el carácter (versos 157 a 240). Los gritos de los monteros les advierten que la reina, cuyo caballo se ha desbocado, va a ser despeñada. Carlos, con increíble valor, la salva (versos 241 a 283).

La reina Diana se siente vencida desde el primer momento por el valor y el ingenio que muestra Carlos. La hermosura de Celia le causa celos. Pretende, antes de partir, llevar a Carlos consigo a la corte para premiar su heroísmo. Albano, padre de Carlos, rico y honrado labrador, no lo consiente: en la guerra tendrá Carlos más ocasión de servir a la reina que en la ociosidad de la corte. Carlos promete a Diana que sabrá conquistar fama con las armas. La reina parte enamorada, y enamorado queda Carlos (versos 284 a 510).

Éste se pregunta qué nueva inquietud, nunca sentida, le domina. Irá a la guerra, y en ella olvidará amor tan desigual (versos 511 a 580).

Con una compañía de soldados que acude a defender la costa de los ataques de los napolitanos, marchan Carlos y Rabel. Carlos no volverá a los campos en que ha nacido hasta que con sus hazañas se haga digno de ser su rey (versos 581 a 730).

Acto II. Un campamento siciliano. Rabel informa de la marcha de la campaña a Celia, que disfrazada de hombre acaba de sentar plaza. Celia responde acremente a las burlas de Rabel (versos 731 a 826).

Los soldados divierten su ociosidad con juegos infantiles. Echan suertes para elegir un rey, y Carlos es el designado. Tan pronto como recibe la corona se siente verdadero soberano y procede con la más extraña gravedad. Distribuye entre sus camaradas los oficios de palacio (versos 827 a 1036).

La corte. Diana se lamenta de que los cuidados del

gobierno no le hagan olvidar a Carlos (versos 1037 a 1080). El embajador de Nápoles dice a Diana que Febo la arrojará de Sicilia, si no se la cede. La reina, que ha sido avisada de que el embajador es el propio Febo, ordena que le lleven a un fuerte; pero al fin le deja en libertad, porque no quiere vencer a los napolitanos sin su rey (versos 1081 a 1228).

El campamento. Celia importuna a Rabel, secretario de Carlos, ya que éste no premia sus servicios. Celia solicita el amor de Carlos con las mismas palabras con que, en tantas comedias, los soldados viejos y otros pretendientes piden un socorro. Y con análogos términos la rechaza Carlos (versos 1229 a 1318).

Carlos sigue el juego con la misma gravedad que primero, y cuando el capitán le anuncia que la reina viene a visitar el tercio, sostiene que él es allí el único soberano. El orgullo le ha hecho perder el juicio (versos 1319 a 1424).

Rabel se propone curarle con un sutil remedio (versos 1425 a 1460). Aquí Vélez parece querer dar a la comedia un nuevo sentido, que sólo inicia, para abandonarlo inmediatamente. Así queda como una escena suelta la entrada de Rabel como embajador de Armenia (versos 1461 a 1513). Los procedimientos de Rabel recuerdan mucho los que Sansón Carrasco y el cura emplean con D. Quijote. No sería descaminado afirmar que este episodio, apenas apuntado, es un recuerdo de la inmortal novela. Vélez ha sido, sin duda, un admirador 1 de Cervantes, y de la aventura del caballo Clavileño está copiada una escena de la comedia El embuste acreditado y el disparate creído, y en El

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1 No le ha imitado, sin embargo, en el estilo. Como prosista, Vélez procede de Quevedo. Su estilo dramático puede, en los momentos más felices, confundirse con el de Lope; pero, en otros, no sabe defenderse contra el gongorismo fácil y de segunda mano que todo lo invadía. En El Rey en su imaginación pueden encontrarse muestras de ambas maneras.

águila del agua y batalla naval de Lepanto, se califica de nuevo D. Quijote a un forzado que dedica todos sus ratos de descanso a leer libros de caballerías 1.

Carlos se adelanta a recibir a Diana. El cielo-diceha querido hacerme rey para que se igualen nuestros merecimientos. Mi reino está en mi imaginación. Diana lleva consigo a Carlos, Rabel y Celia (versos 1514 a 1568).

Acto III. En la corte. Carlos admira a todos por su grandeza y dignidad. Los músicos que le asisten comentan el capricho de la reina (versos 1569 a 1629). Celia, ahora camarero de Carlos, le sigue a todas partes, siempre apasionada. Rabel, mariscal de Sicilia, corteja a las damas y organiza fiestas y torneos: repite la aventura de su amo con ese paralelismo un tanto mecánico que caracteriza a la comedia española. Çarlos explica a la reina que una fuerza secreta le impele a imaginarse rey (versos 1630 a 1865). Albano, que llega a la corte y pretende condenar las locuras de Carlos, se siente confuso ante la severidad del pretendido rey (versos 1866 a 1994). El capitán Felisardo trae la noticia de que Febo ha derrotado al ejército siciliano (versos 1995 a 2090).

El campamento de Febo. Éste da órdenes a sus tropas * para que sigan avanzando. Un soldado conduce a Celia, que ha sido hecha prisionera, pues Diana, celosa, la ha alejado de la corte y la ha enviado a la guerra (versos 2091 a 2168). Las hazañas de Carlos, que manda un escuadrón siciliano, ponen en peligro la victoria de Febo. Tanto, que Carlos consigue llegar hasta el campamento del rey de Nápoles: los dos reyes pelean (versos 2169 a 2270).

Ante la casa de Albano. Carlos ha vencido a Febo y lo

1 Valgan estos nuevos testimonios para reforzar, si fuera necesario, los argumentos de D. Francisco A. de Icaza, que tanto ha combatido contra la tesis, antes corriente, de que los contemporáneos de Cervantes no hicieron aprecio del Quijote. Véase F. A. DE ICAZA, El «Quijote» durante tres siglos, Madrid, 1918, cap. I.

trae a los pies de Diana. Cuando la reina declara que se casará con Carlos, el pueblo se levanta contra ella. Entonces Albano explica que el verdadero rey de Sicilia es Carlos. La reina Cristerna, perdida en el monte, dió a luz en aquella misma casa, y él, de acuerdo con la comadre, trocó a Carlos, hijo de Cristerna, con Diana, que acababa de nacer de Laura, mujer de Albano. Muestra un retrato de Filipo, padre de Carlos: jamás se vieron dos rostros tan semejantes. Carlos es proclamado rey, y se casa con Diana. La noble sangre, concluye, no miente a nadie (versos 2271 a 2442).

|||. - Los temas de «El Rey en su imaginación».

En nuestro teatro de los siglos de oro existe un grupo numeroso de comedias basadas sobre el mismo tema que Luis Vélez ha dramatizado: en unas forma el núcleo esencial de la intriga, o motivo central; en otras sirve para una segunda trama, que corre paralelamente a la primera. La lista que sigue no pretende ser completa, dado el enorme material que debe entrar en examen. De Lope de Vega: Contra valor no hay desdicha, El hijo de los leones, Lo que está determinado, El hombre por su palabra, El aldegüela, Ursón y Valentín, El hijo de Reduán y Lo que ha de ser. De Lope de Vega o del Dr. Antonio Mira de Amescua: El palacio confuso. De Mira de Amescua: La rueda de la fortuna. De D. Baltasar de Caravajal: La bandolera de Flandes. De D. Guillén de Castro: El nieto de su padre. De Luis Vélez de Guevara: El hijo del águila. De Calderón de la Barca: En esta vida todo es verdad y todo mentira. De Luis de Belmonte: El principe villano. También presentan semejanzas con el mismo tema, o pueden referirse a él, otras piezas, como las de Lope: La mocedad de Roldán, Las mocedades de Bernardo del Carpio, El testimonio vengado, Los prados de León, Los Benavides y Los Tellos de Meneses.

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