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sumas, que si en el dia estuvieran en especie, podrian constituir un caudal transmisible á los herederos. Entre otras mil cosas que es meneşter omitir, porque seria nunca acabar si hubiesen de tocarse todos los artículos y requisitos que lleva sobre sí una Rigorista, me llaman la atencion los que sirven para a-. brigo del talle y de los hombros, y suplen lo que para esta comodidad no pue de prestar la mantellina, sirviendo como de pie ó forro de ella.

Las manteletas creo desempeñaban este oficio con perfeccion, porque eran un ropage que casi ceñia la cintura y evitaba la penetracion del aire : variaron en su forma, figura y requisitos, pues las vimos ya cortas, ya largas y hasta los pies, ya guarnecidas de blondas y ya de martas de pieles: todo ello tan durable como el instable gusto de las que las llevaban; pero se mantuvieron y conservaron hasta que vino la invencion de los capotes largos ó capas de coro, que con ménos abrigo y mucho mas costo, revestian á las mugeres como para hacer el aspersorio en las Dominicas, y á pocas idas y venidas tuvieron que àrrinconarse, y se inutilizó el gasto que en ellas se habia hecho, porque las hicieron desocupar el puesto los grandes pañolones ó mantones, como los que sir

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ven para cubrir las cargas, y con sus lazos de cinta á las esquinas á manera de borlas de pendon de procesion; y úl timamente, y acordándose sin duda las petimetras de las tohallas que habian arrimado, las han vuelto á adoptar con el nombre de chales, no tanto para abrigo de los hombros y talle, pues muy poco ó ninguno pueden prestar, quanto para ocultar el ayre de talle de monja que presenta una muger vestida con camiseta, y con esto fueron al traste los pañolones, las capas y las manteletas: todo lo qual y los gastos que se hicieron en tales chismes, están ya gozando de Dios, sin servir ni aun para las reverendas abuelas, y acompañando á las batas, las polonesas, las piezas de garganta, los abanicos que se llamaron pericones, las medallas ó retratos, las hevillas y otras mil cosas que fueron jubiladas ántes de tiempo.

Deberia avergonzarse el otro sexô de ser tan gravoso al nuestro y al Estado, y del desenfreno y prurito de andar cada dia inventando y usando modas nuevas; todas por lo comun de poca comodidad, de mucho gasto y de unos géneros que en realidad no tienen mas valor que el extrínseco, que consiste en ser de la moda, y que pasada esta, no habrá quien dé por ellos un quarto, y

deberiamos confundirnos los hombres de ser en este punto tan indulgentes, que no procuremos contener al otro sexô dentro de los límites de la moderacion y de la razon, y con una culpable condescendencia y disimulo, que estan muy mas allá de los límites de la estimacion, y del obsequio y oficios que debemos al otro sexô, hayamos de subscribir á nuestra aniquilacion y á la ruina de toda la casa, representada bien al vivo en aquella ingeniosa Emblema de Alciato (1), en que nos pintó al laborioso Ocno texiendo una cuerda de esparto, y detrás de él una jumentilla (símbolo de la muger profusa y gastadora) que destrozaba y consumia quanto él iba tegiendo, cuya aplicacion y moralidad incluyó en el siguiente Dístico:

Fœmina niers animal facili congesta ma→ rito, Lucra rapit

suum.

mundum prodigit inque

pero no es de esperarse abran los hombres los ojos, y procuren blanda y cuerdamente contener el exceso, quando vemos que mas bien le fomentan y prestan alas é impulso, dexándose conducir

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y arrastrar del mismo deseo y ayre de vanidad, y de la progresion de las mo das, que tambien circulan afrentosamente en nuestro sexô.

El femenil es disimulable, como propenso naturalmente á atavíos y composturas, y á buscar cada dia nuevos adornos; pero en el nuestro, que deberia revosar seriedad, compostura y exemplo de moderacion, no cabe disimulo. Es una cosa bien vergonzosa y afrentosa ver á un hombre hecho un incensario, lleno de olores y perfumes, con media arroba de polvos y sevos de olor en la capa y casaca, demasiadamente cuidadoso del ornato exterior, entablillado el cuerpo, y metido el cuello, y aun parte de la barba, como galápago, en el corbatin y collarines elevados de la casaca y capa, moviendo á compás los pies como danzante, y afectando en todo afeminacion. Yo no puedo acordarme sin llenarme de confusion é indignacion de las muchas y freqüentes mutaciones que han ido teniendo el vestido y adornos de nuestro sexô: ya es de moda este color, ya el otro; ya esta tela, ya la otra; ya el sombrero chico, como bonete clerical, ya grande como tornillo de prensa de lagar, ya apuntado á lo frances, ya á lo inglés, ya con escarapela, ya con presilla y otros disfraces,

que han ido variándose y usándose, segun los fluxos y refluxos de la moda, y ahora empiezan á ir ganando terreno contra la prohibicion de los redondos los de copa alta y ala corta, con los que van los hombres imitando las figuras que vienen en las estampas, haciendo alarde de los trages extrangeros, en lugar de conservar el nacional.

En los botones no digo nada, porque se pierde la memoria de las modas que han corrido de ellos, sin que en ninguna se haya subsistido; y si hubiese, como no dexará de haber, algun curioso que haya ido guardando, ya chicos como los de las polaynas manchegas, ya grandes y con honores de cabezas de clavos de puerta de iglesia, y ya de las varias figuras y tamaños que han ido estando en moda, no hay duda podrá tener una coleccion, que á manera de monetario pueda ser muy útil en el siguiente y demas siglos para la historia de los trages y modas. ¿Pues qué si la enriquece y aumenta con las diferencias de evillas que hemos conocido usarse, y que en el dia por su desmedido tamaño pueden servir para las guarniciones de los coches? Las chupas ya se desterraron, y se han convertido en chalecos los calzones que nunca estuvieron en la debida proporcion, y antes eran anchos y

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