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nos de sus ilustres hijos consagraban á esta ocupacion, mas trascendental de lo que se cree á los progresos de la literatura, España, que habia sido y era todavía un plantel de humanistas y de poetas, España, que acababan de ilustrar, ó ilustraban á la sazon los Lebrijas y Olivas, los Sanchez y Abriles, los Herreras y Leones, vió por una fatalidad singular expirar aquella edad de gloria, sin que le quedasen mas que traducciones medianas de algunas odas, y una mala version del arte poética.

Si el siglo xvi no habia dado á la España una traduccion de Horacio, no se debia esperar este servicio del siguiente, en que la falsedad de los conceptos y la hinchazon del estilo sucedieron á la exactitud de los pensamientos y á la pureza de la expresion; en que los equívocos pueriles, las paranomasias ridículas, los hipérboles monstruosos y las metáforas extravagantes, se levantaron sobre la ruinas del gusto clásico. Asi es que el siglo xvi no produjo mas que una nueva y poco apreciable version de

la epístola á los Pisones, otra malísima del primer libro de las odas, y las de una ú otra pieza, hechas á la verdad por poetas que en algun modo pertenecian al siglo anterior, pero que sin embargo dejaban aun mucho que desear.

Los defectos que afeaban las dos traducciones que existian del arte poética movieron en el siglo último á don Tomas Iriarte á emprender de nuevo este trabajo; pero evitando muchas ó casi todas las faltas que justísimamente habia notado en el de sus predecesores, no pudo este laboriosc humanista preservarse de otra, acaso mas importante, y que le era absolutamente imposible evitar. Todo español medianamente instruido sabe que la naturaleza no habia dotado á Iriarte de aquella imaginacion ardiente, de aquella concepcion vigorosa, que son las cualidades elementales de un talento poético, y sin las cuales la instruccion mas extensa y el gusto mas delicado nunca bastarán á formarlo. Es verdad que la epístola á los Pisones es una composicion

en que no hay, ni podia haber arrebatos de imaginacion, y en que Horacio, ligado por las reglas del género didáctico, debia, como lo hizo, encadenar su fantasía, y emplear un tono familiar y sencillo; pero este género admite tambien giros particulares y modismos poéticos, y, como se probará en su lugar, puede elevarse á veces, sino á la sublimidad de la lira, á la magestad del coturno. Esta diferencia de tonos que la naturaleza de la composicion autorizaba, exigia una gran flexibilidad de talento en el autor original, de que el traductor debia participar hasta cierto punto á lo menos, y que Iriarte estaba muy lejos de poseer. Con su traduccion del arte poética, insoportable por el prosaismo abrumador, que constituye el carácter parlicular de todas sus producciones en verso, subsistia la necesidad de una

nueva.

Asi pues, ya bien entrado el siglo xix., y cuando aun las naciones mas atrasadas tienen un gran número de versiones de todos los clásicos,

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la España no tiene una de Horacio, es decir, del príncipe de los líricos latinos, de uno de los primeros líricos del mundo. Cuando digo esto, supongo que no se contará por traduccion la de don Felipe Sobrado, impresa en la Coruña en 1813, ni mucho menos la de Villen de Biedma, impresa en Granada en 1599, ni la del padre Urbano Campos, impresa en Leon en 1682. Esta ultima (1) es

(1) La singular dedicatoria que

hizo este traductor à la santísima Trinidad servirá para hacer formar una idea de su estilo, de su gusto y del modo con que desempeñaria el tra bajo de la traduccion, el mas delicado que podia emprender un literato. He aqui un trozo de esta pieza original é inimitable. "Como á primer principio, fuente y origen de todo ser (Dios óptimo, máximo, trino y uno) con el reconocimiento posible consagro á vuestra magestad estos mis pobres borrones, primer parto de mi corto caudal, y primeros rasgos de mi mal cortada pluma, que parecie

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una malísima y mutiladísima version de escuela, que cuando mas podria servir para guiar á los principiantes en el laberinto de las construcciones figuradas, bien que con gran riesgo de extraviarlos. La de Villen de Biedma es obra de un pedante, en la cual agregando las faltas contra la sintaxis castellana á las cometidas en la inteligencia del texto, se pueden contar por un cálculo moderadísimo seis errores por página. Y tal es sin embargo el libro, que con mas frecuencia consultan aun hoy los profesores encargados de enseñar la lengua de Horacio, que por lo comun carecen de medios y de oportunidad para adquirir las obras de los comentadores, ó las traduccio

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ron poder salir á la luz pública. Vestigio y sombra son de vuestra primera, suma excelencia, pues se reducen á una ilustracion de Horacio, y á tres principales supuestos de traduccion, epitomey notas, y por lo tanto recuerdo y despertador de esta mi primera obligacion" etc.

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