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En mostrando la Aurora sus mexillas
De rosa, y sus cabellos de oro fino
Humedeciendo ya las florecillas,
Nosotros yendo fuera de camino,
Buscábamos un valle el mas secreto,

Y de conversacion menos vecino:
Aquí con una red de muy perfeto
Verde teñida aquel valle atajábamos
Muy sin rumor, con paso muy quiéto.
De dos árboles altos la colgábamos.
Y habiendonos un poco lejos ido,
Hácia la red armada nos tornábamos;
Y por lo mas espeso y escondido
Los árboles y matas sacudiendo
Turbábamos el valle con ruído.
Zorzales, tordos, mirlas, que temiendo
Delante de nosotros, espantados
Del peligro menor, iban huyendo,
Daban en el mayor desatinados,
Quedando en la sutíl red engañosa
Confusamente todos enredados.

Y entonces era vellos una cosa

Es

Estraña y agradable, dando gritos,
Y con voz lamentándose quexosa.
Algunos dellos (que eran infinitos)
Su libertad buscaban revolando;
Otros estaban miseros y aflitos.
Al fin las cuerdas de la red tirando,
Llevábamosla juntos casi llena,

La caza acuestas y la red colgando..
Quando el humido otoño ya refrena
Del seco estío el gran calor ardiente,
Y va faltando sombra á Filomena,
Con otra caza desta diferente,

Aunque tambien de vida ociosa y blanda, Pasábamos el tiempo alegremente. Entónces siempre, como sabes, anda De estorninos volando á cada parte Acá y allá la espesa y negra banda. Y cierto aquesto es cosa de contarte,

Como con los que andaban por el viento Usábamos tambien de astucia y arte. Uno vivo primero de aquel cuento Tomábamos; y en esto sin fatiga

Era

Era cumplido luego nuestro intento.
Al pie del qual un hilo untado en liga
Atado, le soltábamos al punto

Que via volar aquella banda amiga.
Apenas era suelto, quando junto
Estaba con los otros y mezclado,
Secutando el efecto de su asunto.
A quantos era el hilo enmarañado
Por alas ó por pies ó por cabeza,
Todos venian al suelo mal su grado.
Andaban forcejando una gran pieza

A su pesar y á mucho placer nuestro;
Que así de un mal, ajeno bien se empieza.
Acuérdaseme agora que el siniestro
Canto de la corneja y el aguero
Para escaparse no le fue maestro.
Quando una dellas (como es muy ligero)
A nuestras manos viva nos venia,
Era prision de mas de un prisionero.
La qual á un llano grande yo trahia,
A do muchas cornejas andar juntas
O por el suelo ó por el ayre via:

Cla

Clavándola en la tierra por las puntas Extremas de las alas, sin rompellas, Seguiase lo que apenas tu barruntas. Parecía mirando á las estrellas,

Clavada boca arriba en aquel suelo, Que estaba contemplando el curso dellas. De allí nos alejábamos, y el cielo

Rompía á gritos ella, y convocaba De las cornejas el superno vuelo. En un solo momento se ayuntaba Una gran muchedumbre presurosa A socorrer la que en el suelo estaba. Cercábanla, y alguna mas piadosa Del mal ajeno de la compañera, Que del suyo avisada ó temerosa, Llegábase muy cerca, y la primera Que esto hacia, pagaba su inocencia Con prision ó con muerte lastimera: Con tal fuerza la presa y tal violencia Se engarrafaba de la que venia, Que no se despidiera sin licencia. Ya puedes ver que gran placer seria

Ver, de una por soltarse y desasirse,
De otra por socorrerse la porfía.
Al fin la fiera lucha á despartirse

Venia por nuestra mano , y la cuitada Del bien hecho empezaba á arrepentirse. ¿Qué me dirás, si con su mano alzada Haciendo la noturna centinela,

La grulla de nosotros fue engañada ? No aprovechaba al ánsar la cautela, Ni ser siempre sagaz descubridora De noturnos engaños con su vela. (7) Ni al blanco cisne que en las aguas mora Por no morir como faeton en fuego, Del qual el triste caso canta y llora. ¿Y tú perdiz cuitada, piensas luego (8) Que en huyendo del techo estás segura? En el campo turbamos tu sosiego. A ningun ave ó animal natura

Dotó de tanta astucia, que no fuese Vencido al fin de nuestra astucia pura. Si por menudo de contarte hubiese

De aquesta vida cada partecilla,

Te

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