Obrázky na stránke
PDF
ePub

aun esto podría ser causa de que me sucediera lo que a aquellos a quienes los sustitutos les echan a coces de los cargos que desempeñan. Yo juzgo que hay tantas estatuas levantadas en mi honor, cuantos son los mortales que llevan consigo mi vera effigies (muchos, mal que les pese), y así nada tengo que envidiar a los otros dioses, ni siquiera el que a algunos de ellos se les rinda culto en tal o cual rincón de la tierra, y no más que en días señalados, como a Febo, en Rodas; a Venus, en Chipre; a Juno, en Argos; a Minerva, en Atenas; a Júpiter, en el Olimpo; a Neptuno, en Tarento, y a Príapo, en Lampsaco. ¡Sólo a mí, y por toda la extensión del planeta, se me ofrecen a diario sacrificios mil veces más valiosos!

ta la Estulticia, y formas que reviste según las personas. Estulticia del vulgo.

Por si hay alguien que presuma que lo que Beneficios que repordigo es más temerario que verdadero, voy a fijarme un instante en la vida de los hombres para que se vea con toda claridad lo mucho que me deben y el aprecio en que me tienen los grandes y los chicos. Para ello, naturalmente, no he de pasar revista a cada uno de los estados, porque hacerlo así sería en extremo prolijo, sino tan sólo a aquellos de más bulto, por los cuales se podrán apreciar todos los demás.

¿Qué he de deciros del vulgo y del populacho, que, sin disputa alguna, son absolutamente míos? Abundan en ellos, por doquier, las diferentes formas de estulticia, y cada día producen otras nuevas, de tal modo que no bastarían mil Demócritos para reírse de todas, aun cuando es verdad que entonces fuera necesario uno más para reírse de los otros mil.

Son increíbles las carcajadas, las diversiones y el regocijo que esos pobres hombres proporcionan continuamente a los dioses inmortales, porque si bien éstos dedican las horas de la mañana, cuando aun tienen fresca la cabeza, a deliberar sobre los agravios y quejas y a recibir las ofrendas, el resto del día, es decir, cuando ya están atiborrados de néctar y no les da la gana de ocuparse en ningún asunto serio, siéntanse en la parte más elevada del Olimpo y, alargando la gaita, atisban lo que hacen los hombres, espectáculo que, como ningún otro, los divierte. ¡Oh, qué magnífico teatro! ¡Qué varia confusión de estultos! Dígolo, porque habéis de saber que yo también suelo sentarme alguna que otra vez al lado de los dioses. Este perece por una mujerzuela, a quien adora con mayor ardor cuanto ella menos le quiere; el otro, se casa con una dote y no con una mujer; aquel, prostituye a su misma esposa; un

celoso, vigila como Argos; aquel doliente, ¡ay!, cuántas necedades dice y hace, llevando las plañideras para que representen la farsa del duelo, cual si alguien creyese en la sinceridad del que llora sobre el cadáver de la madrastra!; este, se gasta en llenar la andorga todo lo que cae en sus manos, aunque poco después no tenga, acaso, ni qué comer; aquel, juzga que no hay cosa mejor que dormir y no hacer nada; vense algunos que,

[graphic]

preocupándose diligentemente de los negocios del vecino, descuidan los propios; vense otros que reputan suyo el dinero que han to

mado a préstamo y suyas las riquezas ajenas, y en seguida quiebran; hay quien cifra su dicha en vivir en la estrechez, para dejar poderoso al heredero; hay quien por obtener un lucro insignificante y hasta incierto, entrega su vida a las olas y a los vientos, vida que, si perdiese, con ningún dinero podría recuperar; uno, prefiere buscar las riquezas en la guerra, pudiendo estar muy tranquilo en su casa; otros, juzgan más fácil adquirirlas captándose la voluntad de los viejos sin hijos, aunque no deja de haber algunos que para lograr el mismo resultado, optan por cortejar y echar el gancho a una vieja rica. Pero de ninguno de estos que digo reciben los dioses tan singular y tan intenso júbilo como de aquellos que van por lana y vuelven trasquilados.

La clase de comerciantes es realmente estultisima y mezquina, porque todo lo tratan con sordidez y por móviles más sordidos todavía. Efectivamente; en todas partes mienten, juran en falso, engañan, defraudan y roban, a pesar de lo cual estímanse como la gente más principal del mundo, sólo porque llevan los dedos aprisionados con oro; y no faltan frailucos aduladores que les bailen el agua y que en público les traten de señoría, quizá con el fin de que les concedan una pequeña parte de las riquezas mal adquiridas.

Hay también ciertos pitagóricos que con tal fervor profesan la teoría de la comunidad de bienes, que si, casualmente, hallan alguna cosa al alcance de su mano, cargan con ella con la misma frescura que si se tratase de una herencia. Muchos son los que tienen tal ansia de tesoros, que se consideran dichosos solamente con la alegría que les produce el soñar con ellos, y no son pocos los que experimentan gran satisfacción gastándose espléndidamente el dinero con los amigos, mientras que en su hogar están rabiando de hambre; uno se da prisa a disipar todo lo que posee, en tanto que el otro amontona cuanto puede por buenas o por malas artes; un candidato ambiciona los cargos públicos, y, en cambio, otro mortal cifra todas sus delicias en sentarse junto al fogón; no pocos de los pleitos interminables, en los que las partes contienden a porfía, hállanse sostenidos por un juez aficionado a dilatar los asuntos o por un abogado que se entiende con el contrario; aquí, descubren un devoto incondicional de las novedades; allá, a quien únicamente le seduce lo extraordinario, y acullá, al que emprende la peregrinación a Jerusalén, a Roma o a Santiago, donde maldita la cosa que tiene que hacer, y deja en casa a la mujer y a los hijos; en suma, si como Menipo en otro tiempo pudieseis observar desde

« PredošláPokračovať »