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LIBRA

1000

AL LECTOR.

An est quidquam similius insaniæ, quảm ira? quam bene Ennius initium dixit insaniæ. CIC., Tusc. IV.

Una de las cosas que más en evidencia ponen la pobreza del corazon humano y su condicion lastimosa, son sin duda alguna aquellas controversias literarias en que llega el hombre á perder el dominio de sí mismo, hasta el punto de suplir con improperios lo que no alcanza en razones al atacar á su adversario. Cuando consideramos las tristes y repugnantes escenas de que fueron teatro en ese género de lides las más cultas capitales de la Europa en el siglo del renacimiento; cuando leemos las sangrientas invectivas de los Scaligeros, de los Sciopios, de los Policianos y otros varones insignes; cuando oimos á Lorenzo Valla calificar á Poggio, su antagonista, de calumniador y obsceno, apellidarle spurcum et ebriosum, y aplicarle otros epítetos inmundos que nunca debieran manchar los labios del hombre que estima en algo su propia dignidad; cuando vemos á un Leon de Castro acusar al sabio y célebre Arias Montano nada menos que de ignorancia y osadía; cuando asistimos, en fin, con la imaginacion á esas luchas tenaces,

porfiadas, interminables, sostenidas de una y otra parte entre los gladiadores de la literatura, segun la feliz expresion de Nisard, y en las cuales se zaherian mútuamente, con tanto gusto de los necios como profundo sentimiento de los doctos y sensatos; casi casi llegamos á dudar si habrá realmente algun fondo de verdad en aquella sentencia de Ovidio:

.....Ingenuas didicisse fideliter artes
Emollit mores, nec sinit esse feros.

Y cuando después de todo descendemos al exámen de esas diatribas virulentas, hipócritamente veladas con un honesto motivo; cuando procuramos investigar las causas y los móviles que gobernaban la desgobernada pluma de aquellos hombres; cuando llegamos á adquirir el convencimiento de que en sus disputas tenia más parte la pasion que el sano juicio; de que en ellas se interesaba más el mal humor que las propias convicciones; de que se daba más al encono, ó al despecho, ó tal vez á una criminal venganza, que al plausible deseo y noble fin de indagar la verdad, para rendirle culto donde quiera que se la encontrase; entonces ya no dudamos tanto; casi llegamos á persuadirnos, ó de que solo en teoría puede justificarse el dicho del poeta, ó de que la regla padece infinitas excepciones. Porque, á la verdad, si el cultivo de las Artes Liberales tanto contribuye á suavizar nuestra natural rudeza; si es cierto que dulcifica nuestro carácter y nos inspira sentimientos generosos y moralizadores, ¿cómo se concibe el que unos hombres que con éxito tan feliz se consagraron á ese género de estudios vinieran á degradarse hasta el extremo de desmentir con sus obras las máximas que tanto recomendaban de palabra y por escrito? Pues qué, los improperios, las injurias, los insultos, ¿podian bastar por sí solos para derribar

los argumentos de sus contendores? Pues qué, ¿podian ellos presumir que el lenguaje intencionadamente procaz y desatentado inclinaria nunca la balanza de su parte, á solo un adarme de razon que hubiese en el platillo opuesto?

1

Diverso rumbo he pensado yo seguir en la contestacion que me propongo dar á ciertas notas críticas que contra mi Exposicion del arte poética de Horacio acaba de publicar un librero de Búrgos. Hay en las tales notas tanta impertinencia, suponen tanta ignorancia de la propiedad latina, tan poco conocimiento del espíritu de Horacio, tan escasa práctica en el manejo de los clásicos antiguos, tan poquísimo estudio de los intérpretes de aquel poeta; y sobre todo, es tan diáfana y trasparente la intencion que en ellas se descubre, que desde luego las hubiera condenado al desprecio que merecen, si no me impulsaran á proceder de otra manera personas muy calificadas, muy competentes y muy dignas, á quienes debo larga consideracion y respeto.

Ocioso juzgo advertir á mis lectores que se ha rebuscado con prolijo afan, la diestra armada de linterna mágica, cuanto en mi Exposicion podia perjudicarme á juicio del Librero, prescindiendo de todo aquello que pudiera serme favorable; se ha utilizado, ó se ha querido utilizar, para atacarme, hasta la falta de una coma, dando á la frase un sentido repugnante, violento y contradictorio; se ha puesto en duda, citando cláusulas aisladas, si habria comprendido algun pasaje que quedaba explicado y desenvuelto por mí pocos renglones más arriba; y en fin, no se ha perdonado medio ni omitido diligencia para dar un falso colorido de verdad á las suposiciones más absurdas y peregrinas.

1. D. Pascual Polo.

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