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Ciego sin lumbre en carcel tenebrosa. Despues que nos dexaste nunca pace

En hartura (9) el ganado yá, ni acude ΕΙ campo al labrador con mano llena. No hay bien que en mal no se convierta y mude, La mala hierba al trigo ahoga, y nace En lugar suyo la infelice avena,

La tierra que de buena

Gana nos producia

Flores con que solía

Quitar en solo vellas mil enojos,

Produce agora en cambio estos abrojos,
Ya de rigor de espinas intratable:
Y yo hago con mis ojos

Crecer llorando el fruto miserable.
Como al partir del sol la sombra crece
Y en cayendo su rayo se levanta

La ncgra escuridad que el mundo cubre:
De do viene el temor que nos espanta,
Y la medrosa forma en que se ofrece
Aquello que la noche nos encubre,
Hasta que el sol descubre

Su

Su luz pura y hermosa:
Tal es la tenebrosa

Noche de tu partir, en que he quedado
De sombra y de temor atormentado,
Hasta que muerte el tiempo determine,
Que á ver el deseado

Sol de tu clara vista me encamine. Qual suele el Ruiseñor con triste canto Quexarse, (10) entre las hojas escondido,

Del duro labrador

, que cautamente
Le despojó su caro y dulce nido
De los tiernos hijuelos, entre tanto
Que del amado ramo estaba ausente;
Y aquel dolor que siente,
Con diferencia tanta

Por la dulce garganta

Despide, y á su canto el ayre suena,
Y la callada noche no refrena

Su lamentable oficio y sus querellas,
Trayendo de su pena

Al Cielo por testigo y las Estrellas.

Desta manera suelto yo la rienda

A

A mi dolor, y asi me quexo en vano,
De la dureza de la muerte ayrada.
Ella en mi corazon metió la mano,
Y de alli me llevó mi dulce prenda,
Que aquel era su nido y su morada.
Ay muerte arrebatada!

Por ti me estoy quexando

Al Cielo, y enojado

Con importuno llanto al mundo todo,
Tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
Sentir, si ya del todo

Primero no me quitan el sentido.
Una parte guardé de tus cabellos,
ELISA, envueltos en un blanco paño,
Que nunca de mi seno se me apartan:
Descójolos, y de un dolor tamaño
Enternecerme siento, que sobre ellos
Nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de alli se partan,

Con suspiros calientes,

Mas que la llama ardientes,

Los

Los enxugo del llanto, y de consuno
Casi los paso y cuento uno á uno:
Juntándolos con un cordon los ato:
Tras esto el importuno

Dolor me dexa descansar un rato.

Mas luego á la memoria se me ofrece
Aquella noche tenebrosa escura

Que siempre aflige esta ánima mezquina
Con la memoria de mi desventura.
Verte presente agora me parece

En aquel duro trance de Lucina, (11)
Y aquella voz divina,

Con cuyo son y acentos
A los ayrados vientos

Pudieras amansar, que agora es muda;
Me parece que oygo que á la cruda,
Inexorable Diosa demandabas

En aquel paso ayuda:

Y tú, rústica Diosa, dónde estabas ? Ibate tanto en perseguir las fieras? Ibate tanto en un pastor dormido? (12) ¿Cosa pudo bastar (13) á tal crueza,

Que

Que comovida á compasion, oído
A los votos y lágrimas no dieras,
Por no ver hecha tierra tal belleza?
¿0 no ver la tristeza

En que tu NEMORÓSO

Queda, que su reposo

Era seguir su oficio, persiguiendo
Las fieras por los montes, y ofreciendo
A tus sagradas aras los despojos?
Y tú, ingrata, riendo

Dexas morir mi bien ante mis ojos?
Divina ELISA, pues agora el Cielo
Con inmortales pies pisas y mides,
Y su mudanza ves, estando queda,
¿Por qué de mi te olvidas, y no pides
Que se apresure, el tiempo en que este velo
Rompa del cuerpo, y verme libre pueda ?
¿Y en la tercera rueda

Contigo mano á mano

Busquemos otro llano,

Busquemos otros montes y otros rios,
Otros valles floridos y sombrios,

Do

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