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DE

HORACIO

TRADUCIDAS

EN VERSOS CASTELLANOS,

CON COMENTARIOS

MITOLÓGICOS, HISTÓRICOS Y FILOLÓGICOS,

por D. Javier de Burgos.

SEGUNDA EDICION

refundida y considerablemente aumentada.

TOMO I.

MADRID,

LIBRERIA DE D. JOSE CUESTA,
CALLE MAYOR, N. 2.

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PROLOGO.

Lamentábame yo, desde los primeros años de mi juventud, de la indiferencia con que ya entonces empezaba á mirarse el estudio de las obras, que inspiraron á los grandes ingenios de Grecia y de Roma las Musas de la elocuencia y de la poesía. Lamentábame sobre todo, de que durante el tiempo en que fué aquel estudio el complemento de la educacion literaria y científica, no hubiesen cuidado nuestros humanistas de generalizar por medio de fieles y elegantes versiones, el conocimiento de la antigua literatura clásica, como con mas o menos acierto se hacia á la sazon, y se habia hecho anteriormente, en todas las naciones de Europa. Gonzalo Perez, Gregorio Hernandez de Velasco, Fray Luis de Leon, el maestro Simon Abril, y D. Cristobal Suarez, tradujeron en el siglo XVI la Odisea de Homero, la Eneida y las Geórgicas de Virgilio, las Comedias de Terencio, y algunas de las obras de Ovi

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dio; y á esto se limitaron casi los homenages tributados á las Musas de la antigüedad, en el período mas brillante de nuestra ilustracion. Hasta mucho mas tarde no hizo Romanillos hablar á Isócrates la lengua de Garcilaso, ni generalizó Hermosilla el conocimiento de la Iliada, de que algunos años antes habia publicado Garcia Malo una poco apreciada version.

Pero ni en el siglo de oro de nuestra literatura, ni en los tiempos posteriores, pensó nadie en trasladar á nuestra lengua las obras del primero de los líricos latinos, que en Alemania y en Inglaterra, y sobre todo en Francia y en Italia, hallaba, y halla aun todos los dias, mas o menos elevados intérpretes. El preceptor granadino Villen de Biedma publicó en el penúltimo año del siglo XVI una traduccion literal, notable solo por la ignorancia que revelaba en todas sus páginas. No fué mejor otra, que línea por línea, hizo en el siglo siguiente el Jesuita Urbano Campos, y que á pesar de sus faltas y errores, adoptaron luego todas las escuelas dirigidas en España por los hijos de S. Ignacio. En los mismos dos siglos hubo poetas que tradujeron en verso una ú otra composicion del lírico latino, distinguiéndose entre ellos el maestro Fray Luis de Leon, Bartolomé Leonardo de Argensola, y D. Esteban Manuel de Villegas. De sus versiones, y de las de los licenciados Bartolomé Martinez, Juan de Aguilar, Diego Ponce de Leon y otros, inserto muestras en mis notas, para que juzguen mis lectores del valor de aquellos esfuerzos. No fueron mas felices los que á fines del siglo último y á principios del presente, hicieron D. Tomás Iriarte y D. Felipe Sobrado; este en una version nueva de las Odas, y aquel en otra de la epístola á los Pisones, dos veces traducida en

iempos anteriores por Espinel y Morell. Las muestras que tambien inserto del trabajo de Iriarte y del de Sobrado, prueban la necesidad que habia de emprenderlo de nuevo; y esta necesidad aparecia mayor por la circunstancia de que aun reuniendo todas las traducciones sueltas, publicadas en cerca de tres siglos, no se podia formar una completa de las obras del ilustre venusino.

Movido por estas consideraciones me dediqué á ella en mi primera juventud; y desde 1820 á 23 di á luz el fruto de mi larga tarea, que sin duda por las dificultades con que hube de luchar para llevarla á cabo, y que enumeré detenidamente en el prólogo de mi primera edicion, acogió el mundo literario con señalada benevolencia. No la esperaba yo tan unánime, cuando al final del mismo prólogo decia: «Todavía habrá en mi traduccion pasages mal espresados, repeticiones, distracciones, negligencias, y otros defectos tal vez mayores. » Y en prueba de la sinceridad de esta conviccion, manifesté el deseo «de que mi ejemplo estimulase á otros poetas á tentar de nuevo aquella empresa difícil,» y mi esperanza «de que Horacio llegase por este medio á tener algun dia, una traduccion castellana digna de él.»

Nadie en mas de veinte años ha respondido á aquella escitacion, (*) sin embargo de que cada uno de los dias de este largo periodo me ha revelado alguno de los descuidos en que caí entonces, ó de los errores que cometí. A mí me tocaba pues borrar su huella; y esto,

(*) D. Francisco Martinez de la Rosa publicó en 1827 una nueva version de la epístola á los Pisones, y D. Alberto Lista la de algunas odas; pero estos distinguidos literatos tenian hechos aquellos trabajos antes de que saliese á luz mi traduccion completa.

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