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plinas, para que vuelva á gozar el mundo de la belleza de tan gran señora. A lo qual dixo Don Quixote : vuestra altitud ha hablado como quien es, que en la boca de las buenas señoras no ha de haber ninguna que sea mala: y mas venturosa y mas conocida sera en el mundo Dulcinea por haberla alabado Vuestra Grandeza, que por todas las alabanzas que puedan darle los mas eloqüentes de la tierra. Agora bien , señor Don Quixote , replicó la Duquesa , la hora de cenar se llega y el Duque debe de esperar : venga vuesa merced y cenemos, y acostarase temprano, que el viage que ayer hizo de Candaya no fue tan corto , que no haya causado algún molimiento. No siento ninguno , señora , respondió Don Quixote , porque osaré jurar á Vuestra Excelencia que en mi vida he subido sobre bestia mas reposada , ni de mejor paso que Clavileño; y no sé yo que le pudo mover á Malambruno para deshacerse de tan ligera y tan gentil cabalgadura, y abrasarl a asi sin mas ni mas. A eso se puede imaginar , respondió la Duquesa, que arrepentido del mal que habia hecho á la Trifaldi y compañía, y á otras personas, y de las maldades que como hechizero y encantador debia de haber -cometido, quiso concluir con todos lo instrumentos de su oficio, y como á principal, y que mas le traia desasosegado, vagando de tierra en tierra , abrasó á Clavileño , que con sus abrasadas cenizas y con el trofeo del cartel queda eterno el valor del gran Don Quixote de la Mancha. Denuevo nuevas gracias dio Don Quixote á la Duquesa, y en cenando, Don Quixote se retiró en su aposento solo, sin consentir que nadie entrase con él á servirle : tanto se temía de encontrar ocasiones que le moviesen, ó forzasen á perder el honesto aecoro que á su señora Dulcinea guardaba, siempre puesta en la imaginación la bondad de Amadís, flor y espejo de los andantes caballeros. Cerró tras sí la puerta, y á la luz de dos velas de cera se desnudó; y al descalzarse £ó desgracia indigna de tal persona! ~) se le soltaron, no suspiros ni otra cosa que desacreditasen la limpieza de su policía, sino hasta dos docenas de puntos de una media, que quedó hecha celosía. Afligióse en estremo el buen señor , y diera él por tener alli un adarme de seda verde una onza de plata , digo seda verde porque las medias eran verdes. Aquí esclamó Ben Engeli, y escribiendo dixo : ó pobreza , pobreza! no sé yo con qué razón se movió aquel gran poeta cordobés1 á llamarte dadiva santa desagradecida : yo aunque moro bien sé, por la comunicación que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fe, obediencia y pobreza; pero con todo eso digo que ha de tener mucho de Dios el que se viniere á contentar con ser pobre , sino es de aquel modo de pobreza de quien dice uno de sus mayores santos: tened todas las cosas como si no las tubie

1 Cordobés. Este gran poeta es Juan de Menaque en la copla CCXX.V1I. de sus Trescientas dixo:

O vida segura, la mansa pobreza!
O dadiva sancta, desagradecida!

pensamiento que tomó de Hesiodo, que en su poema de las Obras y los Días •. vers. 717. y 18. llamó á la pobreza: dadiva de los dioses inmortales.

T. II. JP.IJ. »

sedes1 , y á esto llaman pobreza de espíritu; pero tú, segunda pobreza, que eres de la que yo hablo, l por qué quieres estrellarte con los hidalgos y bien nacidos mas que con la otra gentes ? ¿porqué los obligas á dar pantalia á los zapatos , y á que los botones de sus ropillas, unos sean de seda , otros de cerdas, y otros de vidro ? ¿ porqué sus cuellos por la mayor parte han de ser siempre escarolados, y no abiertos con molde? [ y en esto se echará de ver que es antiguo el uso del almidón y de los cuellos abiertos]. Y prosiguió : miserable del bien nacido , que va dando pistos á su honra, comiendo mal y á puerta cerrada, haciendo hipócrita al palillo de dientes, con que sale á la calle después de no haber comido cosa que le obligue á limpiárselos! miserable de aquel, digo, que tiene la honra espantadiza, y piensa que desde una legua se le descubre el remiendo del zapato, el trasudor del sombrero, la hilaza del herreruelo y la hambre de su estomago! Todo esto se le renovó á Don Quixote en k soltura de sus puntos; pero consolóse con ver que Sancho le habia dexado unas botas de camino que pensó ponerse otro dia. Finalmente él se recosto pensativo y pesaroso asi de la falta que Sancho le hacia, como de la inrepara

1 S. Pabh.

2 Con la otra gente. Coincidí con este pensamiento lo que el mismo Cervantes dixo en la comedia De la Gran Sultana D.a Catalina de Oviedo *. Jornada. Ill.jpag. igs:

Hidalgo, pero no rico:
Maldición del siglo nuestro,
Que parece que el ser pobre
Al ser hidalgo está anexo.

ble desgracia de sus medias , á quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otro color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolixa estrecheza. Mató las velas, hacia calor , y no podia dormir , levantóse del lecho , y abrió un poco la ventana de una reja, que daba sobre un hermoso jardín, y al abrirla sintió y oyó que andaba y hablaba gente en el jardín : púsose á escuchar atentamente , levantaron la voz los de abaxo tanto, que pudo oír estas razones.

No me porfíes, ó Emerencia, que cante, pues sabes que desde el punto que este forastero entró en este castillo, y mis ojos le miraron, yo no sé cantar , sino llorar: quanto mas que el sueño de 'mi señora tiene mas de ligero que de pesado , y no querría que nos hallase aqui por todo el tesoro del mundo; y puesto caso que durmiese y no despertase , envano seria mi canto, si duerme y no despierta para oirle este nuevo Eneas, que ha llegado á mis regiones para dexarme escarnida. No des en eso , Altisidora amiga , respondieron , que sin duda la Duquesa y quantos hay en esta casa duermen , sino es el señor de tu corazón y el despertador de tu alma, porque ahora senti que abría la ventana de la reja de su estancia, y sin duda debe de estar despierto : canta, lastimada mía , en tono baxo y suave al son de tu arpa, y quando la Duquesa nos sienta, le echaremos la culpa al calor que hace. No está en eso el punto, ó Emerencia, respondió la Altisidora, sino en que no querría que mi canto descubriese mi corazón, y fuese juzgada de los que no tienen noticia de las fuerzas podero» sas de amor por doncella antojadiza y liviana;pero venga lo que viniere, que : mas vale vergüenza en cara, que mancilla en corazón ; y en esto comenzó á tocar una arpa suavisimamente. Oyendo lo qual quedó Don Quixote pasmado, porque en aquel instante se le vinieron á la memoria las infinitas aventuras, semejantes á aquella, de ventanas, rejas y jardines, músicas, requiebros y desvanecimientos , que en los sus desvanecidos libros de caballerías habia leido : luego imaginó que alguna doncella de la Duquesa estaba dél enamorada, y que la honestidad le forzaba á tener secreta su voluntad : temió no le rindiese, y propuso en su pensamiento el no dexarse vencer, y encomendándose de todo buen animo y buen talante á su señora Dulcinea del Toboso , determinó de escuchar la música, y para dar á entender que alli estaba, dio un fingido estornudo, de que no poco se alegraron las doncellas, que otra cosa no deseaban, sino que Don Quixote las oyese. Recorrida pues y afinada la arpa, Altisidora dio principio á este romance.

O tü, que estás en tu lecho
Entre sabanas de holanda
Durmiendo á pierna tendida
De la noche á la mañana,

Caballero el mas valiente

Que ha producido la Mancha,
Mas honesto y mas bendito
Que el oro fino de Arabia:

Oye á una triste doncella,
Bien crecida y mal lograda,

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