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llaba anteriormente sancionada por las tradiciones de todos los pueblos. No acabaré esta nota sin añadir, que las piedras tiradas por Deucalion y Pirra, y trasformadas en bombres y mugeres, son verosimilmente la representacion alegórica de los individuos que los acompañaron en su espedicion, y que caminando hacia atrás, es decir, volviéndose á su pais, dieron el ser á nuevos vivientes, que con el tiempo repararon las pérdidas de la especie humana ar rebatada por el cataclismo.

Nova monstra questæ... Asombrada de los nunca vistos prodigios, es la traduccion literal.

V. 7. Cum Proteus... Los portentos de que se maravillaba Pirra, son los que se enumeran en este verso y los cinco siguientes; esto es, pacer en los montes los rebaños de animales marinos, quedarse como clavados los peces en la copa de los árboles, y verse nadando los gamos en el mar salido de sus límites, y derramado sobre la tierra. Estas circunstancias, presentadas aqui como portentosas, no lo eran sino porque la mitología daba un colorido poético á cada uno de aquellos efectos necesarios del diluvio, durante el cual nada era mas natural, que el que los cuadrúpedos que ocupaban la tierra nadasen sobre las aguas hasta ahogarse, y los peces que vivian habitualmente en el mar se elevasen á los cogollos de los olmos. Natural era tambien que cuando la mitología, siguiendo sus hábitos de materializacion, creaba rebaños de animales marinos, de cuya custodia encargaba á un alto personage, supusiese que durante la inundacion los llevaba este á pacer á los montes. Por eso enumera aqui Horacio, entre las maravillas que asombraban á Pirra, la espedicion de Proteo, pastor de la ganaderia de Neptuno. El tal pastor fue, segun la fábula, hijo del Oceano, es decir, del mar mismo personificado como toda clase de seres, y de su esposa Tetis.

V. 14. Litore Etrusco... Se llama todavia hoy mar de Toscana aquel en que desagua el Tiber. Este rio, desprendido del Apenino, se supone aqui rechazado por la playa etrusca, porque cuando el mar está alborotado, parece como que opone resistencia á las aguas que en él desembocan.

V. 15. Monumenta Regis... El palacio en que habia habitado Numa, estaba situado al pie del monte Palatino, á una estremidad del mercado, y por consiguiente á la izquierda del Tiber.

V. 16. Templaque Vestæ... Habia un templo de Vesta situado en medio del mercado, y vecino por tanto al antiguo palacio de Numa, que se veia á la estremidad de la misma plaza.

V. 17. Iliæ... Ilia fue célebre por haber tenido de Marte dos hijos, Rómulo y Remo, de los cuales el primero fue el fundador de Roma. Horacio, separándose de las tradiciones relativas al origen de la ciudad, hace aqui á la madre de aquellos famosos gemelos, esposa del Tiber. Con este enlace alegórico, muy conforme á los hábitos de la antigüedad, quiso sin duda denotar el poeta la comunidad de intereses que debia existir entre la madre del fundador de la capital del mundo, y un rio á quien solo habia dado importancia y crédito la circunstancia de haberse levantado aquella capital sobre sus dos orillas. Una vez admitido el sistema de resucitar muertos, y de dar cuerpo y vida á todo ser inanimado, parecia consiguiente y natural que la madre del fundador de Roma se mostrase altamente ofendida del ase. sinato de César, no solo porque este hombre ilustre podia al fin cimentar el reposo de la patria, turbado constantemente desde las funestas querellas de Sila y Mario, sino porque siendo imposible que faltasen vengadores al dictador asesinado, el pais no podia menos de resentirse por largo tiempo de los furores de la guerra civil.

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Nimiùm querenti... Este nimiùm puede aplicarse á querenti, y significar la vehemencia de las quejas de Ilia ofendida, ó á ultorem, y designar el esceso de la venganmovido por aquellas quejas tomó el rio, salienque do de madre é inundando la ciudad. Yo prefiero esta última interpretacion, que parece comprobada por la adicion de Jove non probante; pues Júpiter no podia en efecto condenar la venganza del Tiber, sino porque esta era escesiva ó demasiada. Pero «¿ cómo, se dirá, podia reputarse tal, la que tenia por objeto completar el desagravio de la sombra de César, por el cual habia trabajado Augus

to con tanto ardor? » Yo responderé que Horacio se espresaba asi, porque en su opinion era ya pasado el tiempo de prolongar la venganza, habiendo trascurrido diez y seis años despues del asesinato. Durante ellos lo habian vengado completamente calamidades de todas especies, y el poeta parecia satisfecho de tan larga expiacion, pues que empezaba su oda diciendo, «basta de pedreas, de rayos etc.>> Cuando se creian bastantes los estragos anteriores, era menester considerar ya como escesivos los de la inundacion última.

V. 21. Audiet cives... Para esforzar la razon con que Júpiter desaprobaba la reciente venganza del Tiber, el poeta recuerda que no habian sido solo los desastres producidos por los fenómenos fisicos, los que Roma habia tenido que lamentar durante el largo periodo de la expiacion, sino los desastres harto mayores de la guerra civil. Asi prepara hábilmente la transicion para llegar á recaer al objeto que le inspiraba.

V. 22. Quo graves Persæ... En tiempo de Ciro se llamaba Persia la dilatada parte del Asia que se estiende desde las orillas del Indo hasta el Archipiélago. Esta vastísima monarquía se desmembró por resultas de la conquista de Alejandro el Grande, y todavía sus subdivisiones posteriores fueron desmembradas por conquistas nuevas, entre las cuales las de los Partos son las mas memorables. Mas tarde volvió á existir un poderoso reino de Persia, del cual durante mucho tiempo fueron vecinos los romanos, que habian llevado hasta el Eufrates la gloria y el terror de su nombre. En contacto una vez las dos formidables naciones, era natural y necesario el choque, y los hubo violentísimos entre ambas, y los romanos esperimentaron alguna vez reveses de gran trascendencia. Esto hace à Horacio considerarlos como temibles enemigos, que es lo que aqui significa el epiteto graves. Contra ellos quiere que se esgrima el acero que los ciudadanos habian hasta entonces empleado contra sus hermanos. El deseo es tan patriótico, como enérgica la espresion.

V. 24. Rara juventus... Juventus rara vitio paren

tum, «la juventud disminuida por los furores de la generacion anterior, » presenta una idea terrible y magnífica. La concision sublime con que está espresada, le da todavia mayor realce.

V. 25 y 26. Ruentis imperi... Habia sido en efecto desquiciado el estado por largas desgracias. Los dioses eran los únicos que podian ponerles término.

V. 29. Virgines sanctæ... Las Vestales, sacerdotisas consagradas al culto de Vesta. Los romanos adoraban dos divinidades de este nombre. La de que aquí se trata era hija de Saturno y Cibeles (el Tiempo y la Tierra), y representaba al fuego, de que hasta tal punto era el símbolo ó la personificacion, que durante mucho tiempo no tuvo mas imágen o simulacro que el fuego mismo, de cuya conservacion cuidaron durante siglos, sacerdotisas insti tuidas con este objeto. Dícese que Eneas llevó el culto de Vesta á Italia, y que Rómulo lo introdujo en Roma; pero Numa fue el primero que hizo erigir allí un templo, en que se aumentó tanto mas el respeto al fuego sagrado, cuanto que uno de los principales dogmas de la creencia era que á la estincion de aquel fuego debian seguir grandes desastres. Si se considera que Vesta fue una de las mas antiguas divinidades de la tierra, pues apenas hubo pueblo que bajo uno ú otro nombre no la adorase, se podrá referir el origen de su culto al respeto con que los habitantes salvages del mundo primitivo debieron mirar aquel útil y poderoso elemento. De tiempo inmemorial fue el adorado desde el mar Caspio hasta el Pérsico, y desde el rio Indo hasta el Eufrates; y bien que su culto apareciese en aque llos paises enlazado con el sabeismo, todavia los ritos introducidos en la práctica de ambas creencias probaban que el fuego no inspiraba menos veneracion como elemento terrestre, que como causa ú ocasion de las benéficas in. fluencias de los cuerpos luminosos que tachonan el firmamento. En Roma, como en la parte de Asia, donde siglo y medio despues de Numa refundió Zoroastro las creencias antiguas, y ordenó sus simbólicas ceremonias, no era permitido, una vez apagado el fuego sacro, volverlo á encender con otro fuego, sino por la frotacion de leños

secos, ó por la refraccion de los rayos del sol, obtenida por medio de espejos; prácticas que parecian recordar el origen del culto del fuego, considerado bajo sus aspectos celeste y terrestre. En Roma ademas, ardia, ya en humildes vasijas de barro, ya en ricos y elegantes pebeteros, segun la mayor ó menor riqueza de los habitantes, un fuego permanente á la entrada de cada casa; lo que hizo dar á aquella parte del edificio el nombre de vestíbulo, en honor de la diosa que presidia à la conservacion del fuego.

En cuanto a las Vestales, encargadas de mantenerlo ó conservarlo en los templos consagrados á la misma diosa, eran seis vírgenes de familias distinguidas, de perfecta conformacion física, y de costumbres sin mancha. Cuando salian á la calle, llevaban lictores ó alguaciles delante, y á su vista bajaban ó rendian las insignias de su dignidad las autoridades todas, inclusos los cónsules; quedaban indultados los reos de muerte con quienes ellas tropezaban, y recibian en fin otras muestras de consideracion, que rayaban tan alto, como la severidad con que era castigada la violacion de sus votos, por expiacion de la cual se las enterraba vivas. Ademas de la conservacion del fuego simbólico, cuidaban aquellas vírgenes de dirigir al cielo plegarias frecuentes por la prosperidad del Estado. Estas plegarias eran los hímnos (carmina), de que habla aquí Horacio.

V. 32. Augur Apollo... Desentrañando las genealogías de los dioses del paganismo, se ve que en muchos de ellos fueron personificados los fenómenos de la naturaleza, ó una ú otra de las circustancias de que estos fenómenos se rodeaban ordinariamente. Apolo fue, segun la fábula, hijo de Júpiter, es decir, del ser á quien el asombro y la admiracion de los primeros hombres hizo salir del seno del Tiempo, y elevó, por la inteligencia que le atribuyó, sobre todos los seres de aparicion coetánea. La madre de Apolo fue Latona, hija tambien de Saturno ó el Tiempo. segun unos mitólogos, y segun otros, de uno de los hijos del Cielo y de la Tierra; es decir, de dos de los seres mas elevados de la creacion, y que por su grandeza misma debian merecer y merecieron los homenages del mundo

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