¿Qué riesgo asombraria Al que con ojo enjuto mirar pudo Mónstruos al rededor, y el mar sanudo, La tierra en vano Jove Por hondos mares separó prudente; Pues la sirte vadosa, Donde tocar el cielo no consiente, Sacrilega barquilla saltar osa. Audaz por lo vedado Desbócase el mortal; al mundo bajo Y osadía sin par, el fuego trajo, Y de ignorados males hueste impía Entonces, y la muerte antes tardía De entonces ¡ay! aceleró su vuelo. Osó con álas al mortal negadas Surcar del aura leve; Forzó Alcides del Orco las moradas; ¿A qué del hombre el ansia no se atreve? A veces desafia Al cielo mismo nuestro orgullo vano, Y por la culpa nuestra No dejamos que Jove soberano Desarme en fin la fulminante diestra. NOTAS. En la oda anterior trató Horacio un objeto político, y la cabeza del poeta es la que forma y ejecuta esta especie de planes. En la oda presente es otro el sentimiento que domina; no es la ambicion ni el patriotismo, que se interesan por la consolidacion de un poder de que se espera algun bien privado ó público; es la amistad, que se inquieta por la muerte de un amigo á quien amenaza algun mal; no es la cabeza la que concibe, es el corazon el que concibe y ejecuta. Y no se crea que la espresion deba ser por eso menos elevada y enérgica, pues el corazon tiene tambien registros, que dan sones tan vigorosos como la cabeza. El vate de Venusia empieza por desear que guien á su cólega de Mantua, en la navegacion que va á emprender á Atenas, las constelaciones que se creian favorables á los navegantes; pero este deseo no apareceria á la altura de la amistad que unia á los dos mas ilustres poetas del siglo de los poetas, si no lanzase à Horacio en seguida á meditar sobre los peligros del mar, y no le hiciese descubrir en el arte de la navegacion, uno de los mayores esfuerzos de la audacia de los hombres. Desde este terreno, era fácil pasar á otro mas ancho, y el poeta pasa en efecto, cuando generalizando las declamaciones contra todas las especies de temeridad, recuerda con rapidez y maestría los memorables ejemplos de ella que dieron al mundo Prometeo, Dédalo y Hércules. Este plan, lejos de ser desordenado, como creyeron algunos, se distingue al contrario por su admirable y magnífica unidad. Los sentimientos que al poeta arrancan las locuras ó estravagancias que de los hombres enumera, brotan naturalmente del objeto principal, como que solo los inspira el peligro que amenaza á los dias de uno de sus amigos mas queridos. Este miedo, este interés, es el tema fundamental de todas las modulaciones de esta oda, que con razon creia Marmontel la primera de las de Horacio en el género apasionado, que es el primero de todos los géneros. En las poesías de D. Alberto Lista, publicadas en 1837, se ve una nueva traduccion de esta pieza. Héla aqui. Asi la amable diosa Que reina en Chipre; asi su luz serena Los dos hermanos de la bella Helena; El padre de los vientos soberano Y en él la mitad guarda de mi vida. De diamante formado El pecho tuvo y de robusto acero, Un leño frágil entregó primero; Ni temió al Austro altivo, desatado Del Noto que en el Adria siempre manda; O bien manso y ligero, Restituya á la mar su quietud blanda. Al mortal atrevido ¿Qué riesgo espantará, cuando sereno Vió el golfo embravecido, De escollos y nadantes fieras lleno? En vano Jove el mundo dividido Ciñó con Oceáno dilatado, Que apartase los hombres, y alterado El mas remoto seno Atraviesa veloz la nave impía. De sosiego impaciente Y ansiosa de su mal, feroz y osada Se precipita á la maldad vedada. Cumplió primero, abrevia la carrera. Con álas al mortal no concedidas: Mansiones por las furias defendidas, Las iras merecidas Deponga, ni su rayo justiciero. V. 1. Diva potens Cypri... No se trata aqui de Vénus, diosa de la hermosura y madre del amor, sino de la estrella del mismo nombre, que se creia muy favorable á los navegantes. Los poetas antiguos atribuian á una causa, poco respetable en astronomía, los favorables auspicios de aquel astro. Ovidio decia que no era estraño que Vénus tuviese influencia en el mar, habiendo nacido de él. Ya cuando Horacio hable de la diosa misma, procuraré yo desentrañar lo que hay de poético, ingenioso y delicado en su orígen. V. 2. Fratres Helena... Castor y Polux. La mitología cuenta que por fruto de las caricias que hizo Leda, muger de Tindaro, rey de Esparta, á Júpiter convertido en cisne, puso ella dos huevos, de uno de los cuales salieron Polux y Helena, y del otro Castor y Clitemnestra, ó bien Castor y Polux de uno, y Clitemnestra y Helena de otro, pues sobre esto varían las tradiciones antiguas. En lo que nunca variaron fue en atribuir un orígen divino á los seres que se distinguieron por hechos insignes, y para ello tejieron genealogias, que no eran sino la espresion material de la idea, « de ser necesaria la intervencion de la divinidad, para la produccion de los tipos de las virtudes capaces de ennoblecer ó realzar la especie humana;> virtudes, que para que sirvieran á esta de estímulo permanente, debian ser un objeto de veneracion. A este fin convenia rodear de prodigios la cuna de los hombres ilustres, destinados á ser la personificacion de estas ó aquellas altas cualidades; y no por otra causa se hizo al Dios de los dioses padre de Mercurio, de Minerva, de Marte y de Apolo, es decir, de los símbolos de la elocuencia, de la sabiduría, del valor, y de los encantos de la poesia y de la música. Por la misma razon Hércules, Perseo, casi todos los mortales en fin, à quienes encomendaban los hados la ejecucion de designios favorables á la mejora y á los progresos de la humanidad, debian mostrarse al mundo con el prestigio de un orígen superior, y presentar en este orí. gen mismo una prenda de la proteccion del cielo, y la seguridad de llevar a cabo las altas empresas que à su valor se confiaban. A la categoria de estos seres privilegiados pertenecieron Castor y Polux, que desde luego se distinguieron en la célebre espedicion emprendida para la conquista del vellocino de oro, de la cual tendré mas adelante ocasion de hablar. Vueltos de aquel memorable viage, los ilustres gemelos vencieron á los atenienses, y rescataron de poder de ellos á su hermana Helena, ocasion despues ó pretesto de la mas ruidosa querella, de que hacen mencion los fastos de la antigüedad. Habiendo alcanzado por su valor los dos hermanos una alta reputacion, y por su moderacion habitual el epiteto de benéficos ó conservadores, puso Polux el sello á su fama, ganando muchas veces en los juegos olímpicos el premio del pugilato, y mereciendo por ello ser mirado como el patrono de los atletas entregados al mismo egercicio. Castor obtuvo igual gloria por su destreza y agilidad en las carreras de caballos, y por su habilidad para domarlos; dotes, que cuando se |