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el Santo, que los que tienen la primera humildad, se turban y mudan con las adversidades y prosperidades, y diversos sucesos de esta vida; pero á los que tienen la segunda humildad, ni las cosas adversas les turban, ni las prósperas les desvanecen, ni engrien, ni causan en ellos vano contentamiento; sino siempre permanecen en un sér, y gozan de grande paz y tranquilidad, como gente que ha alcanzado la perfeccion, y es superior á todos esos sucesos. Al que desea ser tenido en poco, y se huelga con eso, no hay cosa que le inquiete ni le dé pena; porque si lo que le podia dar alguna, que es ser olvidado y desestimado, eso desea él, y esa es su gusto y contento: ¿qué le podrá inquietar ni dar pena? Si en aquello en que los hombres parece que le podian hacer guerra, siente él mucha paz, nadie le podrá quitar su paz. Y asi dice S. Crisóstomo, (c) que este tal ha hallado paraíso y bienaventuranza en la tierra: Anima autem, quæ sic se habet, quid potest esse beatius? Quicumque talis est, is in portu continuò sedet ab omni tempestate liber, et oblectatur in serenitate cogitationum.

Pues á esta perfeccion de humildad habemos de procurar llegar: y no se nos haga esto imposible, porque con la gracia de Dios, dice S. Agustin, (d) no solamente á los Santos, sino al Señor de los Santos podemos imitar, si queremos; porque el mismo Señor dice, que apren

damos de él: Discite à me, quia mitis sum, et humilis corde: Matth. c. 11, v. 29. Y el Apóstol S. Pedro dice, que nos dió ejemplo para que le imitemos: Christus passus est pro nobis, vobis relinquens exemplum, ut sequamini vestigia ejus. 1 Petr. c. 2, v. 21. S. Gerónimo sobre aquellas palabras de Cristo: (e) Si vis perfectus esse, dice, que de estas palabras se colige manifiestamente, que está en nuestra mano ser perfectos, pues Cristo dice: Si quereis: Quia si dixeris vires non suppetunt, qui inspector est cordis ipse intelligit: Prov. 12. Porque si dijéredeis, no tengo fuerzas, bien sabe Dios nuestra flaqueza; y con todo eso dice que podreis, si quereis; porque él está á punto para ayudarnos, si nosotros queremos, y con su ayuda todo lo podrémos. Vió Jacob una escala, dice el Santo, que llegaba desde la tierra al cielo, y que subian por ella Angeles, y bajaban; y al fin de la escala en lo alto de ella estaba sentado el todo poderoso Dios, para dar la mano á los que subian, y para animarlos al trabają de la subida con su presencia. Pues procurad vos subir por esta escala, y por estos grados que habemos dicho, que él os dará la mano para que llegueis hasta el último escalon. Al caminante que vé de lejos algun puerto muy alto, parécele imposible la subida; mas cuando llega cerca, y vé el camino hollado, hácesele muy facil.

(c) Chrys. h. g sup. Gen. (d) Aug. ser. 47 de Sanct. (e) Hier. Matt. 19,v.21.

CAPITULO XVIII.

De algunos medios para alcanzar este segundo grado de humildad, y particularmente del ejemplo de Cristo nuestro Señor.

Dos maneras de medios se suelen dar comunmente, para alcanzar las virtudes morales: el uno es de razones y consideraciones que nos convenzan y anímen á ello; el otro de ejercicio y uso de los actos de aquella virtud, con los cuales se alcanzan los hábitos. Comenzando del primer grado de medios, una de las mas principales y eficaces consideraciones de que nos podemos ayudar para ser muy humildes, ó la mas principal y eficaz de todas, es el ejemplo de Cristo nuestro Redentor y Maestro: de lo cual aunque habemos dicho algo, siempre hay que decir. Toda la vida de Cristo fue un perfectísimo dechado de humildad, des

de

á

que nació hasta que espiró en la cruz: pero el bienaventurado S. Agustin pondera particularmente para esto el ejemplo que nos dió, lavando los pies à sus discípulos en el jueves de la Cena, ya cercano á su pasion y muerte. No se contentó Cristo nuestro Redentor, dice S. Agustin, lib. de Sanct. Virg., con los ejemplos de toda su vida pasada, ni con los que luego habia de dar en su pasion que tan cercana estaba, donde habia de padecer, como dice Isaías, c. 35, v.

3, el postrero de los hombres; y como dice el Real profeta David, Psal. 21, 7, oprobio de los hombres, y deshecho del mundo; sino Sciens Jesus, quia venit hora ejus, ut transeat ex hoc mundo ad Patrem, cum dilexisset suos, qui erant in mundo, in finem dilexit eos: Joan. 13, v. I. Sabiendo Jesus, que era ya llegada la hora en que se habia de partir de este mundo á su Padre, como tuviese grande amor á los suyos, quisoseles mostrar al fin de su vida; y acabada la Cena, levantase de la mesa, y quitase sus vestiduras, y ciñese una toalla, echa agua en una vacía, y postrase á los pies de sus discipulos, y á los de Judas, y comienza á lavarselos con aquellas manos divinas, limpiarselos con la toalla con que estaba ceñido. ¡O misterio grande! ¿Qué es esto, Señor, que haceis? Domine tu mihi lavas pedes? dice el Apóstol S. Pedro: ¿Vos, Señor, me lavais á mí los pies? No entendian los discípulos lo que hacia. Quod ego facio, tu nescis modo, scies autem postea. Responde el Señor: Ahora no entiendes lo que hago, empero despues lo entenderás, yo os lo declararé. Vuelvese á sentar á la mesa, y declárales el misterio muy de propósito: Vos vocatis me Magister, et Domine; et bene dicitis, sum etenim. Si ergo ego lavi pedes vestros, Dominus, et Magister, et vos debetis alter alterius lavare pedes: Joan. 13, v. 13. tros me llamais Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo siendo vuestro Maestro y Se

Voso

ñor, me he humillado y os he lavado los pies, vosotros habeis de hacer lo mismo unos con otros. Exemplum enim dedi vobis, ut quemadmodum ego feci vobis, ita, et vos faciatis: Os he dejado ejemplo para que aprendais de mí y hagais como yo. Ese es el misterio: que aprendais á humillaros, como yo me he humillado. Es tan grande por una parte la importancia de esta virtud de la humildad, y por otra la dificultad que hay en ella, que no se contenta con tantos ejemplos como nos habia dado, y tenia tan á la mano para darnos, sino como quien conocia bien nuestra flaqueza, y tambien habia toma do el pulso á nuestro corazon, y tenia bien entendida la malicia del humor, de que pecaba nuestra dolencia, cargó tanto la mano en esta parte, y puso esta entre las postreras mandas de su testamento, por su última voluntad, para que quedase mas impresa en nuestros

corazones.

Sobre aquellas palabras de Cristo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazon, esclama S. Agustin: (a) O doctrinam salutarem! O Magistrum, Dominumque mortalium, quibus mors poculo superhiæ propinata, atque transfussa est! Quid ut discamus à te venimus ad te? Matth. c. 11, v. 29. ¡O doctrina saludable! ¡O Maestro y Señor de los hombres, á los cuales por la soberbia les entró la muerte! ¿Qué es, Señor, lo que quereis que vamos

à aprender de vos? Que soy manso
y humilde de corazon. Esto es lo
que habeis de aprender de mí: Huc-
cine redacti sunt omnes thesauri sa-
pientiæ, et scientiæ absconditi in te;
ut pro magno discamus à te, que-
niam mitis es, et humilis corde? ¿En
eso se han resumido todos los tesoros
de la sabiduría y ciencia del Pa-
dre, escondidos en vos, que por gran
cosa digais, que vamos á aprender
de vos, que sois manso y humilde
de corazon? Ita ne magnum est esse
parvum, ut nisi à te, qui tam mag-
nus es fieret, disci omnino non pos-
set? ¿Tan grande cosa es hacerse uno
pequeño, que si vos que sois tan
grande no os hicieredes pequeño,
no hubiera quien lo pudiera apren-
der? Sí dice S. Agustin, (b) tan
grande cosa es, y tan dificultosa hu-
millarse y hacerse pequeño, que si
el mismo Dios no se hubiera humi-
llado y hecho pequeño, no aca-
báran los hombres de humillarse.
Porque no hay cosa que tengan tan
metida en las entrañas, y tan en-
trañada en el corazon, como este
apetito de ser honrados y estima-
dos. Y asi todo eso fue menester
para que seamos humildes. Tal me-
dicina como esta requeria la en-
fermedad de nuestra soberbia: á
tal llaga tal cura. Y si esta medi-
cina de haberse Dios hecho hombre
y humilladose tanto por nosotros,
no cura nuestra soberbia; no sé, di
ce S. Agustin, con que se podrá
curar: Hæc medicina, si superbiam
non curat, quid eam curet nescio. Si

(a) Aug. 1. de Sanct. Virgin. c. 34. (b) Aug. Domin. 2 Quadrag, ser. 1.

ver al Señor de la Magestad tan abatido y humillado, no basta para que nosotros nos avergonzemos de desear ser honrados y estimados; y nos tome gana de ser despreciados y abatidos con él, y por él; no sé que ha de bastar. Y asi Guerrico Abad, admirado y convencido con tan grande ejemplo de humildad, esclama y dice lo que es razon que nosotros digamos, y saquemos de aquí: Vicisti Domine, vicisti superbiam meam, ecce do manus in vincula tua, accipe servum sempiternum: Vencido habeis, Señor, vencido habeis mi soberbia, atado me habeis de pies y manos eon vuestro ejemplo, yo me rindo y entrego por esclavo vuestro para siempre.

I

Es tambien maravilloso pensamiento á este propósito aquel del glorioso Bernardo. Serm. 1 de Advent. Vió, dice, el Hijo de Dios, que dos criaturas nobles, generosas y capaces de la bienaventuranza, que Dios habia criado, se perdian, por querer ser semejantes á él: crió Dios los Angeles, y luego Lucifer quiso ser semejante á Dios: In cœlum conscendam: super astra Dei exaltabo solium meum, sedebo in monte testamenti in lateribus Aquilonis, ascendam super altitudinem nubium, similis ero Altissimo; Isai. C. 14, V. 13; y llevó tras sí á otros; echalos Dios luego en el infierno, y de Angeles quedaron hechos demonios: Verumtamen ad infernum detraheris, ad profundum laci. Cria Dios al hombre, y luego el demonio

le pega su lepra y su ponzoña: Eritis sicut Dii, scientes bonum, et malum: Gen. c. 3, V. 5: engolosinaronse de que les dijo que serían como Dios, y quebrantaron su mandamiento, y quedaron semejantes al demonio. Dijo el profeta Eliseo, 4 Reg. c. 5, v. 27, á su criado Giezi, despues que tomó los dones de Naaman le proso: Tomaste la hacienda de Naaman: pues la lepra de Naaman se te pegará á tí y á todos tus descendientes eternalmente. Este fue el juicio de Dios contra el hombre, que pues él quiso la riqueza de Lucifer, que fue la culpa de su soberbia, tambien se le pegase la lepra del que fue la pena de ella. Pues veis aqui tambien al hombre perdído, y comparado con el demonio, porque quiso ser semejante á Dios. ¿Qué será bueno que haga el Hijo de Dios, viendo á su Eterno Padre zelar y volver asi por su honra? Ecce, inquit, ocasione mei creaturas suas Pater amittit: Veo, dice, que por mi ocasion pierde mi Padre sus criaturas: los Angeles quisieron ser como yo, y se perdieron: el hombre tambien quiso ser como yo, y se perdió: todos tienen envidia de mí, y quieren ser como yo. Pues: Ecce venio, et talem eis exhibeo me ipsum, ut quisquis videre voluerit, quisquis gestierit imitari, fiat ei æmulatio ista in bonum: Advertid, yo iré en tal forma, dice el Hijo de Dios, que de aqui adelante el que quisiere ser como yo, no se pierda, sino se gane. Para esto bajó el Hijo de Dios del cielo, y se

hizo hombre. O bendita, ensalzada y glorificada sea tal bondad y misericordia, que condescendió Dios con el apetito tan grande que teniamos de ser semejantes á él, y ya no con mentira y falsedad, como el demonio dijo, sino con verdad; ya no con soberbia y malicia, sino con mucha humildad y santidad podemos ser como Dios.

Y sobre aquellas palabras: Parvulus natus est nobis, Isai. c. 9, v. 6, dice el mismo Santo; Studeamus effici sicut iste parvulus, discamus ab eo, quia mitis est, et humilis corde, ne magnus Deus sine causa factus sit homo parvulus: Bern. h. 3 sup. Miss. est. Pues que Dios siendo tan grande, se hizo por nosotros pequeño, procuremos nosotros hu. millarnos y hacernos pequeños, porque no sea sin fruto para nosotros, el haberse Dios hecho niño y pequeño: Quia nisi efficiamini sicut parvulus iste, non intrabitis in Regnum cœlorum: Porque si no os haceis como este niño, no entraréis en el reino de los cielos.

CAPITULO XIX.

De algunas razones y consideraciones humanas, de que nos habemos de ayudar para ser humildes. Desde el principio de este tra

tado habemos ido diciendo otras muchas razones y consideraciones que nos pueden ayudar y ayudar y animar mucho á esta virtud de la humildad, diciendo, que es raíz y

fundamento de todas las virtudes, atajo para alcanzarlas, medio para conservarlas, y que si tenemos esta, las tendremos todas, y otras cosas semejantes; pero porque no parezca que lo queremos llevar todo por la via del espíritu solamente, será bien que digamos algunas razones y consideraciones humanas, que son mas connaturales y proporcionadas á nuestra flaqueza, porque asi convencidos, no solamente por via de espíritu y de perfeccion, sino de la misma razon natural, nos animemos y aficionemos mas á despreciar la honra y estimacion del mundo, y á seguir el camino de la humildad: que todo es inenester para una cosa tan dificultosa como esta, y asi es bien que nos ayudemos de todo. Pues sea lo primero que nos pongamos á considerar y examinar muy de espacio y con atencion, qué cosa sea esta opinion y estimacion de los hombres, que tanta guerra nos hace, y tanto nos da en que entender: veamos el tomo y peso que tiene, para que asi lo tengamos en lo que es, y nos animemos á despreciarlo, y no andemos tan engañados como andamos. Dijo muy bien Seneca, que hay muchas cosas que juzgamos por grandes, no porque tengan en sí grandeza, sino porque es tanta nuestra vileza y poquedad, que lo pequeño nos parece grande, lo poco mucho: y trae el ejemplo del peso que llevan las hormigas, que conforme á su cuerpo nos parece muy grande, siendo él en sí

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