Obrázky na stránke
PDF
ePub

columna de fuego, que salia de él, que llegaba al cielo, lo cual le tenia muy maravillado, por verle un hombre tan pobre y sucio con la tierra de los edificios, crecido el cabello y barba, y que vivia en un oficio tan vil y despreciado. Finalmente un dia no se pudo contener sin que le llamase á parte, y le preguntase, quien era. El Santo respondió, que era uno de los pobres de la ciudad, y que pasaba su vida en aquel trabajo, por no tener con que sustentarse. Al conde no le quietó esta respuesta, queriendolo asi Dios, para honrar á su sier vo, descubriendo su humildad; y asi le volvió á preguntar una y muchas veces, quien era, con tan grande instancia, que le constriñó á descubrirselo: y asi le dijo, que con dos condiciones se lo descubriria; la una, que mientras viviese no habia de descubrir nada de todo lo que le dijese; la otra, que no le habia de preguntar su nombre. Concedióselo, y él le descubrió como era Obispo, y que por huir la honra y estimacion habia venido huido.

Cuenta S. Juan Clímaco, c. 4, de un hombre principal de Alejandria, que vino á ser recibido en un monasterio, al cual el Abad como le pareciese por su aspecto y otras señales hombre áspero, altivo é hinchado con la vanidad del siglo, quiso llevarle por el seguro camino de la humildad, y asi le dijo: Si verdaderamente has determinado de tomar sobre tí el yugo de Cris

to, haste de dejar ejercitar con los trabajos de la obediencia. El respondió: Asi como el hierro está en las manos del herrero, sujeto á todo lo que quiere hacer de él; asi yo, Padre, me sujeto á todo lo que me mandares. Pues quiero, dijo él, que estés á la puerta del monasterio, y te derribes á los pies de todos cuantos entran y salen, y les digas que ruegen á Dios por tí, porque eres gran pecador. El obedeció muy bien à esto, y despues de haber estado siete años en este ejercicio, y alcanzado por este me. dio una grande humildad, quiso el Abad recibirle en el monasterio en compañía de los otros, y ordenarle, como merecedor de esta honra : mas echando muchos rogadores, y entre ellos al mismo S. Juan Clímaco, acabó con el superior, que le dejase en el mismo lugar y ejercicio que hasta entonces habia tenido, hasta que acabase su carrera, como significando ó conjetu. rando, que ya el dia de su fin se llegaba: y asi fue, porque diez dias despues de esto, nuestro Señor le llevó para sí y siete dias despues llevó consigo al portero del mismo monasterio, à quien habia prometido en su vida, que si despues de su muerte tenia alguna cabida con Dios, le negociaría que fuese su compañero muy presto: y así fue. Y dice mas el mismo Santo, que cuando estaba vivo, y se ejercitaba en aquel ejercicio de humildad, le preguntó, ¿en que se ocupaba ó pensaba en aquel tiempo? Y respon

:

por indigno de la conversacion del monasterio, y de la compañía y vista de los padres, y de levantar los ojos para mirarlos.

dió, que su ejercicio era tenerse y comenzó á reir y burlar de ellos. Se paró nuestro santo Padre con mucha alegría, y diciéndole el compañero, ¿que por qué no andaba, y dejaba aquel muchacho? Respondió: ¿Por qué habemos de privar á este niño de este contento y alegria que se le ha ofrecido? y asi se estuvo parado, para que el muchacho se hartase de mirarlo, y de reir y burlar de él, recibiendo el mayor contento con este desprecio, que los del mundo reciben con las honras y estima.

Cuentase en la vida de los padres, 2 part. § 80, que contaba el Abad Juan, que un filósofo tuvo un díscipulo que cometió una culpa, y díjole no te perdonaré, sino sufres las injurias de otros por tres años. Hízolo así, y vino por el perdon, , y volvióle á decir el filó sofo: No te perdono, sino das premios otros tres años, porque te injurien. Hízolo así, y entonces le perdonó, y le dijo: ya podrás ir á Atenas á aprender la sabiduría ; con lo cual fue á Atenas, y un fi lósofo injuriaba á los que entraban á oirle de nuevo, por ver si tenian paciencia, y como le hiciese una injuria, y él se riese, díjole: ¿ Cómo te ries, injuriándote yo? Respondió: Tres años dí dones porque me injuriasen, y ahora hallando quien me injurie de valde, ¿no quieres que me ría? Entonces dijo el filósofo : Entra, , que tú eres bueno para la sabiduría. De lo cual concluia el Abad Juan, que la paciencia era la puerta de la sabiduria.

De nuestro padre S. Francisco de Borja se cuenta en su vida, lib. 4, c. 5, que yendo una vez de camino con el padre Bustamante, que era su compañero, llegaron á una posada, donde no hubo para dormir sino un aposentillo estrecho, con sendos jergones de paja: acostaronse los padres, y el padre Busta. mante por su vejez, y ser fatigado de asma, no hizo en toda la noche sino toser y escupir, pensando que escupia hácia la pared, acertó acaso á escupir en el padre san Francisco, y muchas veces en el rostro. El santo Padre no habló palabra, ni se mudó ni desvió por ello. A la mañana cuando el padre El padre Mafeo, en la vida que Bustamante vió de dia lo que habia escribe de nuestro bienaventurado hecho de noche, quedó en gran P. S. Ignacio, lib. 3, c. 5, cuenta, manera corrido y confuso, y el que yendo una vez nuestro santo padre S. Francisco no menos alePadre en peregrinacion de Vene- gre y contento; y para consolarle, cia á Padua, con el padre Diego le decia: No tenga pena de esto, paLainez, con unos vestidos muy vie- dre, que yo le certifico, que no ha jos y remendados, viéndolos bia en el aposento lugar mas digno pastorcillo, se llegó cerca de ellos, de ser escupido que yo.

un

CAPÍTULO XXV.

Religion, donde hay tanta disposicion y tantos medios para alcanzar la virtud: al fin es escuela de

Del ejercicio de humildad que te- perfeccion. Pero nosotros tenemos

nemos en la Religion.

El bienaventurado S. Basilio, (a) prefiriendo y anteponiendo la vida monástica á la solitaria, una de las razones que de esto da, es, porque la vida solitaria, fuera de ser paligrosa, no es tan suficiente para alcanzar las virtudes necesarias, como la monastica, por carecer del uso y ejercicio de ellas. Porque ¿cómo se ejercitará en la humildad, el que no tiene alguno á quien humillarse? ¿Y cómo se ejercitará en la caridad y misericordia, quien no tiene trato ni comunicacion con otro? ¿Y cómo se podrá ejercitar en la paciencia, el que no tiene quien le resista á lo que quiere? Pero el Religioso que vive en comunidad, tiene gran comodidad para alcanzar todas las virtudes necesarias, por la ocasion grande que tiene de ejercitarse en todas ellas. En la humildad, porque tiene á quien se humillar y sujetar. En la caridad, porque tiene con quien la ejercitar. En la paciencia, porque á quien trata con tantos, nunca le faltan ocasiones para esto. Y asi podiamos ir discurriendo por las demas virtudes. Mucho debemos al Señor los Religiosos, por la merced tan grande que nos ha hecho, en traernos á la

en esto particular obligacion; porque fuera de los medios comunes, nos ha dado otros muy particula

res, y especialmente para alcanzar la virtud de la humildad, y esto de regla y constitucion. De manera que si guardamos bien nuestras reglas, seremos muy humildes, porque en ellas tenemos muy bastante ejercicio para ello. Tal es el que nos pide aquella regla (b) y constitucion que tenemos tan principal é importante en la Compañía, que nos manda, que tengamos toda nuestra conciencia descubierta al superior, dandole cuenta de todas nuestras tentaciones, pasiones y malas inclinaciones, y de todos nuestros defectos y miserias: y aunque es verdad, que esto se ordena para otros fines, como diremos en su propio lugar, pero no hay duda, sino que es grande ejercicio de humildad. Tal es tambien el que nos pide aquella regla, (c) que dice: *Para mas aprovecharse en espíritu, y especialmente para mayor bajeza y humildad propia, deben todos contentarse, que todos los errores y faltas, y cualesquier cosas que se notaren y supieren suyas, sean manifestadas á sus mayores, por cualquier persona que fuera de confesion las supiere. * Nótese aquella razon que da para

12, et reg.

(a) Basil. in reg. fusius disp. 9. (b) 3 p. const. c. 1, § 12, 40, et 41. (c) 3. p. tr. 7, regul. 9 summarii, c. 4 exam. § 8.

mayor bajeza y humildad propia, porque eso es lo que vamos diciendo. Si deseais alcanzar la verdadera humildad, vos os holgaréis de que todas vuestras faltas sean manifiestas á vuestros mayores. Y asi el buen Religioso y humilde, él mismo va á decir sus faltas al superior, y á pedir penitencia de ellas, y procura que el primero de quien el superior sepa sus faltas, sea de él mismo. Y no solo esto, sino mucho mayor ejercicio de humildad tenemos en la Compañía; porque publicamente decís vuestras culpas delante de todos, para que os desprecien y os tengan en poco, que ese es el fin de ese ejercicio de humildad, y no para que os tengan por humilde y mortificado, porque eso no seria acto ni ejercicio de humildad, sino de soberbia. Con este mismo espíritu habeis de tomar y desear las reprensiones, no solo en particular y en secreto, sino en público delante de todos; y cuanto es de vuestra parte, os habeis de holgar que se haga aquello muy de veras, y que lo sientan todos así, y os tengan por tal. Y generalmente el uso y ejercicio de todas las penitencias y mortificaciones esteriores que se usan en la Compañía, ayuda mucho para alcanzar y conservar la verdadera humildad, el besar los pies, y comer debajo de la mesa, ó hincado de rodillas, el postrarse á la puerta del refectorio, etc. Si estas cosas se hacen con el espíritu que se han de hacer, seran

de mucho provecho para alcanzar la verdadera humildad y para conservarla. Cuando os sentais á comer en el suelo, lo habeis de hacer con un conocimiento interior de vos mismo, que no mereceis sentaros á la mesa con vuestros hermanos: y cuando les besais los pies, que no mereceis aun besar la tierra que ellos pisan. Y cuando os postrais, que mereceis que todos os pisen la boca. Y habeis de querer y desear que todos lo sientan asi. Y seria muy bueno, que cuando uno hace estas mortificaciones, se actuase interiormente en estas consideraciones, como lo hacia aquel santo monge, que estuvo siete años á la puerta del monasterio, de quien dijímos en el capítulo pasado, porque de esa manera serán ellas de mucho provecho, y engendrarán humildad allá dentro en el corazon; pero si vos haceis esas cosas sin espíritu, y solamente esteriormente, serán de poco provecho. Porqne como dijo S. Pablo: Corporalis exercitatio ad modicum utilis est, I ad Tim. 48. Eso es hacer las cosas por cumplimiento y costumbre, cuando se hace solamente lo esterior, sin espíritu, y sin procurar conseguir el fin que se pretende con ello. Si vos acabais de besar los pies á vuestros hermanos, y de postraros para que todos os pisen, y despues les hablais palabras asperas y desabridas, no viene bien lo uno con lo otro: eso es señal que aquello fue cumplimiento ó hipocresía.

Estos y otros muchos ejercicios de humildad tenemos en la Compañía de regla y constitucion: los he querido traer aquí á la memoria, , aunque los apuntamos arriba, trat. 1, c. 7, à otro propósito, para que pongamos los ojos en ellos, y eso sea en lo que principalmente ejercitemos la humildad; porque en lo que el Religioso ha de ejercitar y mostrar principalmente la virtud y mortificacion, ha de ser en aquello que es menester para guardar muy bien las reglas y constituciones de su Religion; porque eso es en lo que consiste nuestro aprovechamiento y perfeccion. Y sino teneis virtud para poner por obra las cosas de humildad y mortificacion, á que nos obliga vuestra regla é instituto, no hagais caso de cuanto teneis. Como podemos decir tambien de cualquier cristiano, que lo principal para que tiene necesidad de humildad y mortificacion, es para guardar la ley de Dios y si para eso no la tiene, poco ó nada le aprovechará. Sino tiene humildad y mortificacion para confesar una cosa vergonzosa, sino que de vergüenza, ó por mejor decir, de soberbia la deja y quebranta un mandamiento tan principal, ¿qué le aprovechará cuanto tuviere é hiciere? Pues por solo eso se condenarà. Asi podemos decir en su modo del Religioso. Si vos no teneis humildad para descubrir al superior vuestra conciencia, y cumplir una regla tan

principal como esa, ¿de qué sirve la humildad y la mortificacion? Si aun no podeis sufrir que otro avise de vuestra parte al superior, para que os corrija, ¿donde está vuestra humildad? Sino la teneis para recibir las reprensiones y la penitencia, y para hacer el oficio bajo y humilde, y para ser incorporado en el grado que os quisiere poner la Compañía, ¿de que sirve la humildad y la indiferencia, y para que la quieren los superiores? A este modo puede especificar cada Religioso en las cosas espirituales de su Religion, y cada uno en las particulares que pide su estado y oficio.

CAPÍTULO XXVI.

Que nos habemos de guardar de hablar palabras que puedan re

dundar en nuestro loor.

Los Santos y maestros de la vida espiritual, Basilio, (a) Gregorio, Bernardo, y otros nos avisan, que nos guardemos con mucho cuidado de hablar palabras que puedan redundar en nuestra alabanza y estima, conforme á aquello que el santo Tobías, cap. 4, v. 14, aconseja á su hijo: Superbiam nunquam in tuo sensu, aut in tuo verbo donari permittas. Nunca permitas que la soberbia se enseñoree en tu corazon, ni en tus palabras. Pondera muy bien S. Bernardo, epist. 87, á este propósito aquello de S. Pablo Parco autem, ne quis me exis

(a)Basil. serm de exercitatione monastica.

« PredošláPokračovať »