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muchas veces no saben que cosa es tentacion, ni echan de de ver la rebelion y guerra que la carne hace al espíritu, antes hacen de eso golosina. Nota esto muy bien S. Agustin, (b) sobre aquellas palabras de S. Pablo: Caro concupiscit adversus spiritum: La carne desea y apetece contra el espíritu: In bonis concupiscit adversus spiritum, nam in malis non habet contra quem concupiscere, ibi enim concupiscit adversus spiritum, ubi spiritus: En los buenos, dice, que tratan de espíritu de virtud y perfeccion, apetece la carne contra el espíritu; pero en los malos, que no tratan de eso, no tiene la carne contra quien apetecer; y asi estos no sienten la lucha de la carne contra el espiritu, porque no hay espíritu que la contradiga y pelee contra ella. Y asi el demonio tampoco ha menester gastar tiempo en tentar á estos tales; porque sin nada de eso ellos de su voluntad le siguen, y se le rinden sin dificultad ni contradiccion. No andan los cazadores á caza de jumentos, sino á caza de ciervos y gamos, que corren con ligereza, y se suben á los montes: Qui perfecit pedes meos tamquam cervorum, et super excelsa statuens me. Psal. 17, 34. los que con ligereza de ciervos y de gamos corren á lo alto de la perfeccion, á esos anda por cazar el demonio con sus lazos y tentaciones, que á esos otros que viven como jumentos, en casa los tiene,

A

no ha menester él andar á caza de ellos: Eos enim pulsare negligit, quos quieto jure possidere se sentit, dice S. Gregorio, 1. 24 mor. c. 12. Y asi no solo no nos habemos de espantar de tener tentaciones, sino antes las habemos de tener por buena señal, como lo advirtió S. Juan Clímaco: Nullum certius argumentum est, quòd dæmones victi à nobis sint, quam si nos acerrimè oppugnant: No hay, dice, mas cierta señal de que los demonios han sido vencidos de nosotros, que ver que nos hacen mucha guerra: porque por eso os la hacen, porque os habeis rebelado contra él, y os habeis salido de su jurisdiccion: por eso os persigue el demonio, porque tiene envidia de vos, que sino, no os persiguiera tanto.

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CAPITULO II. Como unos son tentados al principio de su conversion, otros despues. bienaventurado S. Gregorio, lib. 24 mor. lib. 24 mor. c. 12, 13, & 14, nota, que unos comienzan á sentir esta guerra de las tentaciones al principio de su conversion, en comenzando á recogerse, y á tratar de virtud y trae para esto el ejemplo de Cristo nuestro Redentor, el cual nos quiso figurar y dibujar esto en sí mismo con una admirable dispensacion, porque no permitió que el demonio le tentase, sino cuando despues de bautizado se recogió al desierto á ayunar,

(b) Aug. de verbis Domini in Evangel. secundum Joan. ser. 43.

y orar y hacer penitencia. Entonces, dice el sagrado Evangelio, Matth. c. 4, v. 1, que acudió el demonio á tentarle. Quiso Cristo nuestro Redentor con esto, dice S. Gregorio, avisar á los que habian de ser miembros é hijos suyos, que cuando tratan de recoger. se y darse á la virtud, estén apercibidos para las tentaciones, porque es muy propio del demonio acudir entonces. Como en saliendo los hijos de Israél de Egipto, luego juntó Faraon su ejercito y todo su poder, para ir contra ellos. Y Labán, viendo que Jacob se apartaba de él, le siguió con gente, y con encendido furor. Y cuando salió el demonio del otro hombre, dice el sagrado Evangelio, que tomó otros siete espíritus peores, para tornar á él, como quien hace gente contra quien se le alzó, y le va de nuevo á sujetar. Luc. c. 11, v. 26. Asi el demonio, cuanto ve que uno se le rebela, y quiere salir de su señorío y sujecion, entonces se embravece mas, y se muestra mas cruel, y le procura hacer mayor guerra. Trae S. Gregorio, 1. 33 mor. c. 18, á este propósito aquello que dice el Evangelista S. Marcos, cuando Cristo nuestro Redentor echó aquel demonio inmundo, sordo y mudo: Et exclamans, et multum discerpens eum, exiit ab eo, Marc. c. 9, v. 25, dice el Santo: Ecce eum non diserpserat cum tenebat, exiens discepsit. Notad, que cuando el demonio poseía aquel hombre no le despedazaba; y cuan

do con la virtud divina es compelido á salir de él, entonces le despedaza: para que entendamos, que entonces procura él turbarnos y molestarnos mas con tentaciones, cuando nos apartamos de él.

Fuera de esto, dice S. Gregorio, l. 24 mor. c. 12, 13, & 14, que permite y quiere el Señor, que seamos tentados á los principios de nuestra conversion, porque no piense uno que es ya santo por haber dejado la mala vida, y tomado otra buena, que son pensamientos que suelen venir á los tales: y tambien porque la seguridad suele ser madre de la negligencia, y para que la seguridad de la buena vida que ha tomado no le haga negligente y flojo, permite el Señor que le vengan tentaciones, que le pongan delante los ojos el peligro en que todavia está, y le despierten y aviven, y le hagan diligente y cuidadoso.

del

S. Juan Clímaco, c. de discretion., dice: La novedad de la vida nueva suele hacerla pesada á quien estaba acostumbrado á la mala. Y al abrazar de la virtud se declara y siente la contradiccion y guerra vicio que le repugna, como el ave cuando quiere salir del lazo, entonces siente que está presa; y asi no se ha de espantar ni desmayar nadie, por sentir dificultades y tentaciones á los principios, porque es cosa muy ordinaria.

Añade S. Gregorio, que algunas veces el que ha dejado el mundo y la mala vida, y comienza á

servir á Dios, es tentado de tales tentaciones, cuales nunca antes de su conversion habia sentido; pero esto, dice, no es porque no hubiese en él antes la raíz de aquellas tentaciones, que en sí habia, sino porque no se parecia ni descubria entonces, y ahora se descubre: como cuando el hombre está muy ocupado en otros pensamientos y cuidados muy diferentes, muchas veces no se conoce á sí mismo, ni entiende lo que pasa allá dentro, y en comenzando á recogerse y á entrar dentro de sí, entonces echa de ver las malas raíces que brotaron de su corazon: es, dice, como el cardo que nace en el camino, que como le pisan todos los que pasan, no se echa de ver; pero aunque no salgan fuera las espinas, dentro queda la raíz encubierta en la tierra, y en dejándole de pisar los que pasan, luego brotan y salen á fuera: asi, dice, en los seglares, muchas veces está la raíz de las tentaciones oculta, que no se echa de ver por defuera, porque como cardo que está en el camino, se pisa y trilla como de caminantes, de la diversidad de los pensamientos que van y vienen, y de los muchos cuidados, y ocupaciones que hay. Pero cuando uno se aparta de todo eso, y se recoge á servir á Dios, entonces como no hay quien pise el cardo, parecese lo que habia allá dentro escondido, y sientense las espinas de la tentacion, que brotan de la mala raíz: y esta es tambien la causa por que suelen algunos sentir mas las

tentaciones en tiempo de la oracion, que cuando andan ocupados en oficios y cosas esteriores. De manera que el sentir uno acá en la Religion tales tentaciones, cuales: nunca antes de su conversion habia sentido, no es porque ahora sea peor que cuando estaba en el siglo, sino porque entonces no se veía el hombre ni se conocia, y ahora comienza á ver y á conocerse sus malas inclinaciones y apetitos desordenados y asi lo que ha uno de procurar, es no tapar y cubrir la raiz, sino arrancarla.

Otros hay, dice S. Gregorio, que al principio de su conversion no son combatidos con tentaciones, antes sienten mucha paz, gustos y consolaciones, y despues andando el tiempo los prueba el Señor con tentaciones. Lo cual ordena su Magestad con divino consejo y disposicion, porque no les parezca áspero y dificultoso el camino de la virtud, y desmayen y se vuelvan á lo que poco antes dejaron: como hizo con su pueblo cuando le sacó de Egipto, que no les llevó por la tierra de los filisteos, que estaba cerca: da la razon la sagrada Escritura: Ne forte pœnitere eum, si vidisset adversum se bella consurgere, et reverteretur in Egiptum: Exod. c. 13, v. 17. Porque por ventura, viendo que luego se les levantaban guerras, no se arrepintiesen de haber salido de Egipto, y se volviesen allá. Antes al principio les mostró Dios muchos favores, haciendo por ellos gran

des maravillas y milagros; pero despues que habian ya pasado el mar vermejo, y estaban en el desierto, y no podian volver atrás, probólos con muchos trabajos y tentaciones, antes de entrar en la tierra de promision. Asi, dice el Santo, á los que dejan el mundo, les quita el Señor algunas veces á los principios las guerras de tentaciones; porque como estan tiernos en la virtud, no se espanten con ellas, y se vuelvan al mundo. Llevalos el Señor por suavidad al principio, y dales consuelos y gustos, para que habiendo gustado de la dulzura y suavidad del camino de Dios, puedan despues mejor llevar la guerra y molestia de las tentaciones y trabajos; y tanto mas, cuanto mas han gustado de Dios, y conocido cuanto merece ser servido y amado. Y asi á S. Pedro primero le mostró nuestro Señor la hermosura y resplandor de su gloria en la Transfiguracion, y despues permitió que fuese tentado de la esclava, que le preguntó, si era discípulo de Cristo, para que humillado en la tentacion, llorando, y amando supiese valer y ayudarse de aquello que primero habia visto en el monte Tabor, y asi como el temor le habia derribado, asi la dulzura de la suavidad y bondad de Dios, que ya habia esperimen tado, le levantase.

De aqui, dice S. Gregorio, se entenderá un engaño que suele haber en los que comienzan á servir á Dios, que como se ven algunas ve

ces con tanta paz y quietud, y que les hace el Señor merced de darles entrada en la oracion, y hallan facilidad en los ejercicios de la virtud y de la mortificacion, piensan que ya han alcanzado la perfeccion, y no entienden que son aquellos regalos de niños y de principiantes, y que les da el Señor aquellas ayudas de costa, para acabarlos de destetar de las cosas del mundo. Algunas veces, dijo el Santo, se comunica el Señor mas abundantemente á los menos perfectos, y que no tienen tanto aprovechamiento en la virtud, no porque ellos lo merecen, sino por ser mas necesitados: à la manera que le suele hacer acá un padre, que con amar mucho á todos sus hijos, parece que no hace caso de los que estan sanos; pero si alguno está enfermo, no solo le cura con medicinas, sino tambien le da lo que es de contento y de regalo. Y como el hortelano, que las plantas mas tiernas las riega á menudo, y las regala, pero despues que estan fuertes y bien arraigadas, dejalas sin ese riego y regalo : asi aquella divina bondad tiene esta manera de gobierno con los flacos y pequeñuelos, y con los que comienzan.

Dicen tambien los Santos, que algunas veces da el Señor mas consuelos á los que han sido mas pecadores, y parece que les hace mas particulares regalos y favores, que á los que han siempre vivido bien, porque aquellos no desconfien ni desesperen, y porque estos otros no se

ensoberbezcan. Bien se nos declara esto en aquella parábola del hijo pródigo, y en aquella fiesta, música y regocijo, con que su padre le recibió, matando el becerro grueso, y haciendo un gran convite, no habiendo dado al hijo mayor, que le habia servido toda su vida, y nunca habia salido de su mandado, ni siquiera un cabrito con que se holgase alguna vez con sus amigos que no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, como dice el mismo Señor.

CAPITULO III.

Por qué quiere el Señor que tengamos tentaciones, y de la utilidad y provecho que de ellas se sigue.

Tentat

vos Dominus Deus vester, ut palam fiat utrum diligatis eum, an non in toto corde, et in tota anima vestra. Dice el Espíritu Santo en el Deuteronomio: c. 13, v. 3. Tientaos el Señor Dios vuestro, para que se vea si le amais de veras, y de todo vuestro corazon, Ó no. El bienaventurado S. Agus. tin (a) mueve una cuestion sobre estas palabras: ¿Cómo dice aqui la sagrada Escritura, que Dios nos tienta, y por otra parte dice el Apóstol Santiago en su Canónica: Deus neminem tentat: (b) Dios no tienta á nadie? Responde, que hay

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dos maneras de tentar, una para engañar y hacer caer en pecado, y de esta manera no tienta Dios á nadie, sino el demonio, cuyo oficio es ese, conforme á aquello del Apóstol S. Pablo: Ne forte tentaverit vos is, qui tentat, dice allí la Glosa, id est, diabolus, cujus officium est tentare: 1 ad Tesal. c. 3,v.5. Otra manera de tentar hay para probar y tomar esperiencia de uno; y de esta manera dice aquí la divina Escritura, que nos tienta y prueba Dios. Y en el capitulo veinte y dos del Genesis dice: Tentavit Deus Abraham: Id est, probavit : Tentó y provó Dios á Abrahan. Danos el Señor un tiento, y muchos tientos, para que conozcamos nuestras fuerzas, y entendamos que tanto es lo que amamos y tememos á Dios. Y asi dijo luego el mismo Dios á Abrahan, cuando echó mano al cuchillo para sacrificar á su hijo: Nunc cognovi quod times Deum: Id est, feci te cognoscere, como declara S. Agustin hom. 58 super Genes. Ahora he hecho que conozcas que temes á Dios. De manera que unas tentaciones nos envia el Se

ñor de su mano, y otras permite que nos vengan por medio del demonio, mundo y carne nuestros enemigos.

Pero ¿qué es la causa, por que permite y quiere el Señor que tenga mos tentaciones? S. Gregorio, Casiano, (c) y otros tratan muy

(a) Aug. tract. 34 super Joan, et q. 57 super Genes. (b) Jac. c. 1, v. 13. Idem Sanct. Thom. 1 p. quæst. 114, art. 2. (c) Greg. l. 8 mor, c. 10; et l, 20, c. 21. Casian. colla. 4. Abb. Daniel. c. 6.

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