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sino yo que estaba allí? De manefeos pensay ra que por malos mientos que tengais, si vos no os holgais con ellos, antes recibís pena y pesar, no solo no os ha desamparado Dios, sino podeis tomar esa por señal de que mora en vos; porque él es el que os da ese aborrecimiento del pecado, y ese temor de perder á Dios: Cum ipso sum in tribulatione: Psal. go, v. 15. Con él estoy en la tribulacion, dice el Señor. En medio de la zarza y de las espinas, y del fuego está Dios. Exod. c. 3, v. 2.

Dice S. Bernardo, de interiori dono, c. 19: Molesta est lueta, sed fructuosa, quia si habes pœnam, habebis et coronam, non nocet sensus, ubi non est consensus: imò quod resistentem fatigat, vincentem coronat: Penosa y molesta es esta pelea, pero fructuosa, porque todo lo que se le añade de pena y de trabajo, se le acrecienta de premio y de corona. No está el pecado en el sentimiento, sino en el consentimiento. Blosio, in speculo spirituali, cap. 6, en confirmacion de esto dice: Cualquiera que gusta de complacerse vanamente á sí mismo, aunque sea una sola vez, parece mas mal en los ojos de Dios, que si muchos años padeciese semejantes movimientos, por muy malos que sean, como no les dé consentimiento. Y asi no hay que congejarse, ni hacer mucho caso de estos movimientos y pensamientos, sino como si pasasen por otro, y no por vos, asi os habeis de hacer en ellos: y muy

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bien podeis hacer cuenta, que pasan fuera de vos, dice un Santo, porque en tanto los pensamientos malos estan dentro de vos, en cuanto la voluntad consiente, y no mas; y no consintiendo, aun no han entrado en vuestra casa, sino llaman y dan golpes á la puerta de afuera.

Y advierten aqui los maestros de la vida espiritual, que el temer mucho estas cosas, y hacer mucho caso de ellas, no solo no es bueno, sino malo y dañoso, porque hace crecer la tentacion; y esta es esperiencia y la razon de ello es natural, y los mismos Filósofos la enseñan, porque el miedo despierta la imaginacion; y el pensar, y dar y tomar mucho en una cosa, hace que se imprima mas profundamente en la memoria, con lo cual erece y se aviva mas la tentacion. Asi como vemos que pasa uno segu ramente por un madero angosto cuando está en el suelo; pero cuando el madero está en alto, el temor le hace que no vaya por alli segu ro, sine con grande peligro de caer, porque con el temor recogese la sangre al corazon, y como quedan los miembros destituidos de virtud, va con grande peligre, y viene á caer. Eso hace tambien el temor y pusilanimidad en las tentaciones, y asi conviene no andar con demasiados temores en estas cosas, ni hacer mucho caso de ellas, porque asi se suelen olvidar mas presto. Pero rota aqui Gerson, y otros, que aunque no es bue

no entonces este temor particular, ayudará pero que es bueno y muy prove choso el temor del pecado en general pidiendo á Dios: Ne permittas me separari à te: Señor, no permitais que jamás me aparte de vos, y haciendo algunos actos, de antes de morir mil muertes, que hacer un pecado mortal, sin pensar ni acordarse en particular de aquella tentacion que entonces le comba

.te.

Añado á lo dicho otro punto que encomienda aqui mucho los Santos, y servirá de medio general contra todo género de tentaciones interiores y es cuando nos viene el pensamiento malo, procurar divertir el entendimiento á algun pensamiento ó consideracion buena, como de la muerte de Cristo crucificado, ó á otra cosa semejante; y esto no ha de ser haciendo fuerza con la imaginacion, ni congojándose ni fatigandose, sino solo procurando hurtar el cuerpo, como dicen, al mal pensamiento, y emplearlo en el bueno; ó como cuando uno anda uno anda por hablar á otro, y el otro nunca se desocupa para ello, ni le da lugar; ó como cuando le dicen á un hombre cuerdo algunas cosas impertinentes, y vuelve la cabeza á otra parte, no cuidando de responder ni atender á aquello. Este es muy buen modo de resistir á estas tentaciones, y muy fácil y seguro, porque mientras estuvieremos en el pensamiento bueno, muy lejos estarémos de consentir en el malo. Para esto

ayudará mucho el cavar y ahondar uno en la oracion en algunas cosas que le suelen mover mas, haciéndoselas muy familiares, porque con esto, cuando es fatigado y molestado de algunas tentaciones y malos pensamientos, luego halla alli guarida, y asi es bien que cada uno tenga para esto algunos lugares de refugio, donde se pueda acoger en semejantes aprietos, como quien se acoge á sagrado. Unos se acogen à las llagas de Cristo, á especialmente á la del costado, y se hallan allí se hallan allí muy bien guarecidos: In foraminibus petro, in caverna maceria. Cant. c. 21, v. 14. Otros se hallan bien acordándose de la muerte, y del juicio, ó infierno: Quis mihi hoc tribuat, ut in inferno protegas me, tegas me, et abscondas me, donec pertranseat furor tuus? Job c. 4, v. 13. Cada uno eche mano de lo que mas le aprovechare y moviere; y procure haber ahondado y cavado bien en alguna cosa de estas, para que asi pueda tener fácil recurso, y hallar luego entrada y guarída en ella en semejante tiempo.

Cuenta Esmaragdo Abad, lib. de gemma animæ, una cosa graciosa á este propósito, pero provechosa. Dice, que un Religioso vió, que estaban una vez dos demonios platicando entre sí: A tí ¿cómo te vá con tu monge? Decia el uno: A mí muy muy bien; porque le pongo el pensamiento, y luego para y se pone á pensar en él, y vuelve á hacer reflexion: ¿ Cómo fue aquel pensamiento, si me detuve, si

tuve yo alguna culpa en ello, si resistí, si consentí, de dónde me vino esto, si dí yo alguna causa para ello, si hice todo lo que pude? Y con aquello le traigo al retortero medio loco. Muy bien le va al demonio, cuando uno se pone á razones, y en demandas y respuestas con la tentacion; porque no le faltarán á él argumentos ni replicas. Dice el otro: A mí me va muy mal con mi monge; porque en representándole el mal pensamiento, luego acude à Dios, ó á otro buen pensamiento, ó se levanta de la silla, y toma alguna ocupacion, para no pensar en aquello, ni hacer caso de ello y asi no le puedo entrar. Este es muy buen modo de resistir á estas tentaciones y pen. samientos, no los dejar entrar, ni responder á ellos, ni ponerse á razones con la tentacion; sino volver la cabeza, y huirle el rostro y no hacer caso de ella. Y cuando este huir y no querer escuchar, es volviendo la cabeza á algun buen pensamiento, coino habemos dicho, es mejor. Y cuando eso no bastare, es bueno tomar alguna ocupacion esterior.

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en diferentes tentaciones nos habemos de haber diferentemente en el modo de resistir; porque hay algunos vicios que de su naturaleza son desabridos y penosos, como es la ira, la envidia, el rencor, el odio, el deseo de venganza, la im paciencia, la indignacion, la amargura de corazon, la tristeza, la contienda, y otros tales. Otros vis cios hay que traen consigo deleite, como son los pecados carnales, el comer, el beber, el jugar, el reir, el parlar, y otros gustos y contentamientos sensuales. Y

porque estos segundos vicios, cuanto mas los miramos y ponemos los ojos en ellos, tanto mas atraen nuestro corazon y le llevan en pos de sí; dice, que habemos de pelear contra ellos, huyendo, que es apartandonos de las ocasiones, y desviando la vista, y la vista, y la memoria y consideracion de ellos con toda presteza ; pero en los otros vicios primeros, habemos de pelear luchando contra ellos, mirando atentamente la nas turaleza, malicia y fealdad de ellos, para poder mejor vencerlos: lo cual se hace con menos peligro, por no ser tan pegajosos; aunque á la ira y deseo de venganza, dice que es menester tambien hurtarle el cuerpo, no pensando cosas que nos pueden incitar á ella.

Esta misma doctrina ponen Casiano y S. Buenaventura. (a) Y añaden que en los primeros vicios puede uno desear ejercitarse, y bus

(a) Casian. colla. 19, c. 16: et l. 6 instit. renu. Bonav. de refor. mentis, c. 3: et proc. 4 Relig. c. 12.

car loablemente ocasiones de pe lear contra ellos: como conservando y tratando con los que le persiguen y ofenden, para aprender paciencia, y sujetándose á quien en todo le quiebre la voluntad, para aprender á obedecer y á ser humilde; pero en los vicios carnales seria indiscrecion y cosa muy peligrosa desear estas tentaciones, y ponerse en ocasiones de ellas. Y asi Cristo nuestro Redentor no permitió ser tentado de este vicio, para enseñarnos que en tentacion semejante no nos habemos nosotros de poner, aunque sea con esperanza de mayor premio y triunfo; porque este vicio es muy connatural al hombre; y como trae consigo mezclada tanta delectacion, no solo en la voluntad, sino en el mismo cuerpo, es mas fácil y mas peligrosa su entrada.

Trae S. Buenaventura una buena comparacion para declarar esto. Asi como cuando el enemigo tiene dentro de la ciudad que combate, algunos que le favorecen, mas facilmente la entra y la rinde: asi el demonio nuestro enemigo tiene acá dentro quien le favorezca muy particularmente en esta tentacion, que es nuestro cuerpo, por el deleite grande que de ello le cabe, conforme aquello de S. Pablo: I ad Cor. 6, et 18. Omne peccatum quodcumque fecerit homo, extra corpus est. En los demas pecados no tiene tanta parte el cuerpo; pero en este tiene mucha, y por eso conviene mucho apartarnos de las

acasiones, y huir y desechar luego con diligencia los pensamientos é imaginaciones que nos vienen de estas cosas: y asi añadió alli el Apóstol: 1 ad Cor. 6, et 18. Fugite fornicationem: Huid la fornicacion. Huyendo se ha de resistir y vencer esta tentacion. De esta manera declaran Casiano y santo Tomás este lugar.

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Cuentase en las crónicas de la Orden de S. Francisco, I part. lib. 6, c. 38, que estando una vez juntos en plática espiritual Fr. Gil, Fr. Rufino, Fr. Simon de Asis, y Fr. Junipero, dijo Fr. Gil á los otros: Hermanos, ¿cómo os armais y resistis á las tentaciones de la sensualidad? Respondió Fr .Simon: Yo, hermano, considero la vileza y torpeza del pecado, y cuan aborrecible es, no solo á Dios, mas aun á los hombres, los cuales por malos que sean, se esconden y encubren para que no sean vistos cometer un pecado sensual: y de esta consideracion me viene un grande enojo y aborrecimiento, y asi escapo de la tentacion. Fr. Rufino dijo: Yo póstrome en tierra, y con muchas lágrimas llamo la clemencia de Dios, y de nuestra Señora, ra, hasta que me siento perfectamente libre. Fr. Junipero dijo: Cuando yo siento las tales tentaciones diabólicas, y oigo su entrada en los sentidos de la carne, luego en esa hora cierro fuertemente las puertas del corazon, y pongo mucha gente de santas meditaciones y buenos deseos para

aque

guarda segura de él. Y cuando llas sugestiones de los enemigos llegan y combaten la puerta, respondo yo, como de dentro, no les abriendo en ninguna manera: A fuera, á fuera, que la posada está tomada, y por eso no podeis entrar acá, y asi nunca doy entrada á aquella gente ruín, y ella vencida y confusa, vase. Fr. Gil habiendo oído á todos, respondió, á tí me atengo Fr. Junipero, porque con este vicio mas seguramente pelea el hombre huyendo. De manera que el mejor modo de resistir á esta tentacion es no dejar entrar en el corazon los pensamientos malos, ni dar entrada alguna á esta tentaå cion, porque esto es mas fácil. Pero si una vez entran los malos pensamientos, no será fácil, sino muy dificultoso el desecharlos. La puerta facilmente se defiende; mas ella tomada, Dios nos libre. En la tercera parte, en el tratado de la castidad tratarémos mas largamente de esta tentacion, y de los remedios que habemos de usar contra ellos, los cuales nos podran ayudar tambien mucho para las demas tentaciones.

CAPITULO XXII.

De algunos avisos importantes para

el tiempo de la tentacion. Hartos remedios habemos di

cho para las tentaciones: pero por muchos que se digan, no se pueden decir todos: porque asi

como las enfermedades corporales y sus remedios son tantos, y tan diversos, que no se pueden escribir ni enseñar todos, sino que se ha de dejar mucho al arbitrio y parecer del médico, que conforme al sugeto y circunstancias particulares, aplique el remedio que le pareciere convenir; asi tambien en las enfermedades espirituales. Por lo cual los Santos y maestros de la vida espiritual ponen por remedio general y muy principal para todas las tentaciones, el descubrirlas y manifestarlas al médico espiritual. Pero porque de esto tratarémos largamente en la tercera parte, trat. 7, aqui solamente avisarémos una cosa que advierte S. Basilio acerca de esto. Dice el Santo, in reg. brev. 229, que asi como las enfermedades del cuerpo no se descubren á cualquiera, sino solamente à los médicos que las han de curar; asi tambien las tentaciones y enfermedades espirituales no se han de descubrir á todos, sino solamente á aquellos que Dios nos ha puesto por médicos para eso, que son los superiores, ó confesores, conforme á aquello de S. Pablo: ad Rom. c. 15, v. 1. Debemus autem nos firmiores imbecillitates infirmo rum sustinere. Y asi nuestra regla dice, 3 p. const. 1, § 12, regul. 14 summ., que se acuda con estas cosas al prefecto de las cosas espirituales, ó al confesor, ó al supe

rior. Este es un aviso de mas importancia de lo que algunos por ventura piensan; porque suele acon

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