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pondió sacudidamente: Homo quis me constituit judicem aut divisorem super vos? Luc. c. 12, 14. ¿Quién me ha hecho á mi juez de partijas? No me enviaron á mi á averiguar y componer esas diferencias. Para enseñarnos, que habemos de huir de semejantes negocios, porque no son conformes á nuestra profesion.

CAPÍTULO VII.

Como se suele disfrazar esta tentacion, con título no solo de piedad, sino de obligacion: y del remedio para eso.

Porque

orque esta tentacion se suele algunas veces valer y ayudar, no solo de título de piedad, sino de obligacion, que son las mas peligrosas tentaciones; nuestro santo Padre, para prevenir y obviar el daño grande que de aqui podia resultar en la Compañía, manda en las constituciones, c. 5 exag. § 3, que á todos los que entran en ella, se les pregunte: Si cuando hubiere duda, si estan obligados á socorrer á sus padres ó parientes, se dejarán regir por lo que la Compañía y superior de ella les ordenare, no dejándose llevar de su propio juicio; porque en negocio de parientes, como en cosa propia, la aficion ciega suele ser causa de errar: asi no pueden ser ellos buenos jueces en esa causa. Pues para que estén todos quietos, y no tengan que tener escrúpulo ninguno, proveyó nuestro santo Padre de este reme

y

dio. Y asi está uno obligado á quietarse con lo que la Compañía le dijere en esta parte, pues hay en ella tantas letras, y tanto amor de Dios, y lo mira bien, conforme á ciencia conciencia. Y para eso se le propone y pregunta esto al principio al que quiere entrar en la Compañía; y no le reciben, sino es contento de pasar por esto. Y debe dar muchas gracias a Dios de que se pueda seguramente descuidar con esto, para tratar mas de veras de su aprovechamiento y perfeccion.

Por esta misma razon manda tambien nuestro santo Padre, que cuando la distribucion de la hacienda se hubiere de hacer à parientes, por ser pobres, se deje á juicio de dos ó tres personas de ciencia, ó conciencia, que cada uno eligiere con aprobacion del superior, los cuales han de juzgar si son verdaderamente pobres, y si es verdadera necesidad la que tienen; porque la aficion de la carne y sangre no haga errar. De manera que para dar uno su hacienda á pobres estraños, no es menester esta consulta, y para dar á parientes pobres, sí, por el peligro que hay del amor y aficion natural. Y asi notó S. Gregorio, lib. 7 mor. cap. 24, en aquel ejemplo, en que prohibió Cristo á aquel mancebo, que no fuese á enterrar á su padre. Luc. 9, 60. Advertid, que lo que no prohibiera hacer con un estraño, antes lo aconse jára y fuera obra de misericordia, lo prohibe para con su padre, para que entendamos, que lo que se pue

de hacer con los estraños, muchas veces no conviene que se haga con los parientes, por el peligro que suele haber en ellos, y por la desedificacion de los que ven á un Religioso envuelto, y embarazado en cosas de carne y sangre. Claro está que de otra manera hace uno el negocio del estraño, que de sus deudos y parientes: porque aquel no le inquieta ni desasosiega; pero este otro bien esperimenta, que le causa grande inquietud, y le roba la paz de su alma, y le es grande impedimento para los ejercicios espirituales: y asi, cuando alguna vez fuese necesario ayudar uno en algo á sus parientes, será mejor y mas seguro para él, y de mas edificacion para los prójimos, que otro padre se encargase de eso, y no él. Y en la Compañía tenemos órden de que se haga así, y es doctrina de S. Basilio: in quæst. fusius disp.: fuera de que cuando él propio entiende en esos negocios, si en él hay alguna cosa de mundo y carne, querria que los suyos no fuesen pobres ni padeciesen, y Dios quiere que sean pobres, y que padezcan necesidad: porque aquello les conviene mas á ellos pa ra su salvacion, y á él para su humillacion. Y aun suele en esto entrarse algunas veces otra vanidad y locura, que algunos Religiosos quieren y procuran, que sus padres y parientes sean y tengan mas de lo que fueran y tuvieran si ellos no fueran Religiosos. En lo cual dan claras muestras de no serlo, si

no solamente con el cuerpo, pues habiendo de ser mas humildes, tienen mas vanidad y presuncion.

Finalmente, el que quisiere alcanzar el fin á que vino á la Religion, conviene que se sacuda del trato y negocios de parientes, y que les dé de mano: Qui dixit patri suo, & matri suæ nescio vos, & fratribus suis ignoro vos, & nescierunt filios suos, hi custodierunt eloquium tuum, & pactum tuum servaverunt: Deut. c. 33, v. 9. El que por mas servir á Dios se olvida de sus parientes, y dice á su padre, madre y hermanos no os conozco, ese guardará bien los mandamientos de Dios y los consejos que ha profesado. Dice muy bien S. Bernardo, y es doctrina comun de los Santos, que el Religioso ha de ser como otro Melchisedech, del cual dice S. Pablo, ad Hebr. c. 7, v. 3, que no tenia padre, ni madre, ni linage. No porque careciese de esto, que siendo como era verdadero hombre, no podia carecer de ello: pero dicese, que no lo tenia, porque la sagrada Escritura, cuando habla de él en razon de sacerdote, no hace mencion de esto, ni del principio y fin de sus dias. Para darnos á entender, que los sacerdotes, y mucho mas los Religiosos, han de estar tan despegados de todo esto, como sino lo tuviesen, y tan dedicados á las cosas espirituales y divinas, como si hubieran venido del cielo. De manera que sean în su corazon como otro Melchisedech, sin tener cosa en este mundo que trate de él, y les

impida y retarde su apresurado caminar á Dios. Pues concluyamos con lo que concluye S. Bernardo: Sede itaque solitarius sicut turtur, nihil tibi,& turbis, nihil cum multitudine cæterorum, etiamque ipsum obliviscere populum tuum, et domum patris tui, & concupiscet rex decorem tuum: Psal. 114, v. 11. Recogeos y sentaos á solas, y apartaos, no solamente de la demas multitud, sino olvidaos tambien de vuestro pueblo, y de la casa de vuestro padre, y codiciará Dios vuestra hermosura. S. Gerónimo (a) sobre estas palabras del Profeta, dice: Grande præmium est parentis oblivisci, quia concupiscet rex decorem tuum: Gran cosa debe ser el olvidarse uno de sus padres y parientes, pues tan gran premio se le promete, que codiciará Dios su hermosura.

En las crónicas de la Orden de S. Francisco, 2 p. c. 13, se cuenta, que entró en Paris en la Orden un maestro en Teología, al cual habia sustentado su madre con limosnas y mucha pobreza hasta ponerle en aquel estado. Y oyendo que su hijo era fraile, vino al convento, y con muchas lágrimas é importunaciones, pedia á voces á su hijo descubriéndole los pechos, y diciéndole los trabajos con que le habia criado, representándole la necesidad y miseria en que la dejaba. Por estas lágrimas fue movido el maestro á dejar su propósito;

y determinó el día siguiente salirse de la Religion: y sintiendo sobre este caso grande contienda en su corazon, acudió á la oracion, como lo tenia de costumbre; y postrado ante la imágen de un Crucifijo, decia con angustiado corazon: Señor, no os quiero yo dejar, ni vos permitais tal cosa, mas solamente quiero remediar á mi madre, que está en gran necesidad. Y como diciendo estas cosas, levantase los ojos á la imågen, vió que del lado del Señor manaba verdadera sangre; y luego oyó una voz que le decia: Mas caro me costaste á mi que á tu madre, pues te crié, y redimí con esta sangre: no me debes tu dejar por amor de tu madre. Con este aviso quedó el maestro espantado, y prefiriendo el amor de Jesucristo al amor natural de su madre, que le movia por su necesidad á dejar aquel estado, perseveró en la Orden acabando en ella con mucho loor.

Aunque en este tratado parece que habemos hablado solamente con los Religiosos, pero si los seglares sacasen de él, como deseamos, ni inquietar á los Religiosos ni embarazarlos en sus negocios, ni entremeterse en el gobierno de la Religion, pidiendo y procurando que su pariente ó amigo vaya ó resida en tal parte, no seria de pequeño fruto, asi para ellos, como para nosotros.

(a) Hieron. in regul. monachorum, quam collegit Lupus de Olivero.

TRATADO SEXTO,

DE LA TRISTEZA Y ALEGRIA.

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Tristitiam

CAPITULO PRIMERO.

De los daños grandes que se siguen de la tristeza.

ristitiam longe repelle à te: multos enim occidit tristitia, & non est utilitas in illa. Eccl. c. 30, v. 23. Echa muy lejos de tí la tristeza, dice el Sabio, porque la tristeza ha muerto á muchos, y no hay en ella provecho alguno. Casiano, lib. 9 de instit. renunt., hace un libro del espíritu de la tristeza; porque dice, que para curar y remediar este mal y enfermedad, no es menester menor cuidado y diligencia que para las demas enfermedades y tentaciones espirituales que se nos ofrecen en esta vida, por los muchos y grandes daños que se siguen de ella: los cuales va allí poniendo, y fundándolos muy bien en la Escritura sagrada. Guardaos, dice, de la tristeza, no la dejeis entrar en vuestro corazon; porque si le dais entrada, y se comienza á enseñorear de vos, luego os quitará el gusto de la oracion, y hará que os parezca larga la hora, y que no la cumplais enteramente, y aun algunas veces hará que os quedeis del todo sin oracion,

y que dejeis la leccion espiritual. Y en todos los ejercicios espirituales os pondrá un tedio y un hastío, que no podais arrostrar á ellos: Dormitavit anima mea præ tædio. Psal. 118, v. 28. En este verso dice Casiano, lib. 10, c. 3, declara muy bien el Profeta estos daños que se siguen de la tristeza. No dice que se adormeció su cuerpo, sino su ȧnima; porque con la tristeza y acedia espiritual cobra el ánima tanto tedio y hastío á todos los ejercicios espirituales, y á todas las obras de virtud, que está como dormida, inhabil y torpe para todo lo bueno. Y algunas veces es tan grande el fastidio que tiene uno con las cosas espirituales, que le vienen à enfadar y dar en rostro los que tratan de virtud y perfeccion, y aun algunas veces los procura retraer y estorbar de sus buenos ejercicios.

Tiene tambien otra cosa la tristeza, dice Casiano, que hace al hombre desabrido y áspero con sus hermanos. S. Gregorio, lib. 31

mor. c. 31, dice, Tristis ex propinquo habet iram: La tristeza mueve á ira y enojo. Y asi esperimentamos, que cuando estamos tristes, facilmente nos airamos, y nos enfadamos luego de cualquiera cosa. Y mas, hace al hombre impaciente en las cosas que trata: hacele sospechoso y malicioso, y algunas veces turba de tal manera al hombre la tristeza, que parece que le quita el sentido, y le saca fuera de sí, conforme á aquello del Eclesiástico, c. 21, v. 15. Non est sensus, ubi est amaritudo: Donde hay amargura y tristeza, no hay juicio. Y asi vemos muchas veces, que cuando reina en uno la tristeza y melancolía, tiene unas aprehensiones tan fuera de camino, unas sospechas y te mores tan sin fundamento, que los que estan en su seso, se suelen reir, y hacer conversacion de ellas, como de locuras. Y á otros habemos visto hombres gravísimos, de grandes letras y talentos, tan presos de esta pasion, que era gran compasion verlos, unas veces llorar como criaturas, y otras dar unos suspiros, que no parecia sino que bramaban. Y asi cuando estan en su seso, y sienten que les quiere venir esta locura (que bien se puede llamar asi) se encierran en su aposento, para allí á solas llorar y suspirar consigo, y no perder la autoridad y opinion con los que les vieren hacer tales cosas.

Si quereis saber de raiz los efectos y daños que causa la tristeza en el corazon, dice Casiano, el Es

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píritu Santo nos los declara brevemente por el Såbio: Sicut tinea vestimento, & vermis ligno, ita tristitia viri nocet cordi: Prov. 25, V. 20. Lo que hace la polilla en la vestidura, y el gusano y carcoma en el madero, eso hace la tristeza en el corazon del hombre. La vestidura comida de polilla no vale nada, ni puede servir para nada: y el madero lleno de carcoma no es de provecho para el edificio, ni se puede cargar sobre él peso alguno, porque luego se hace pedazos: asi el hombre lleno de melancolía, triste y desgraciado se hace inútil para todo lo bueno. Y no para aqui el mal, sino lo que peor es, la tristeza en el corazon es causa y raiz de muchas tentaciones, y de muchas caídas: Multos enim occidit tristitia: A muchos ha hecho la tristeza caer en pecados. Y asi llaman algunos á la tristeza, nido de ladrones, y cueva de los demonios: y con mucha razon. Y traen para esto aquello que dice el santo Job del demonio: Sub umbra dormit: En esa sombra y oscuridad, en esas nieblas y tinieblas de esa confusion que teneis cuando estais triste, aí duerme y se esconde el demonio; ese es su nido y madriguera, y aí él hace sus mangas, como dicen: esa es la disposicion que él está aguardando, para acometer con todas cuantas tentaciones quiere: Posuisti tenebras, & facta est nox, in ipsa pertransibunt omnes bestia silvæ: Psal. 103, v. 20, et 22. Así como las serpientes y bestias fieras estan

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