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me agradan, y en que mis siervos me harán mayor servicio, es en sayudarme á llevar esta Cruz, lo cual harán acompañandome con la consideracion en todas mis per nas y trabajos, y sintiéndolos tiernamente en su corazon. Y dichas estas palabras desapareció.

Vincencio, S. Antonino, y Su rio, (e) en la vida de S. Etmundo Arzobispo de Canturbel en Ingla terra, cuenta que siendo este Santo niño de poca edad, y estudiando en la Universidad de Oxonia los principios de gramática, yen do un dia solo por el campo, ocupado en santas meditaciones, repentinamente se le apareció el Ni, ño Jesus blanco y colorado, como le pinta la Esposa, Cant. c. 5, v. 10, y dándosele á conocer, y travando con él algunas suavísimas platicas, entre otras cosas le aconse jó y encomendó mucho, que de allí adelante pensase todos los dias algun misterio de su Vida, Pasion y Muerte sacratísima; aseguran dole, que esto le seria de grande ayuda y socorro contrà el demonio y sus asechanzas, y eficacísi mo remedio para alcanzar y con servarse en toda virtud, y para despues tener una buena y dichosa inuerte. Y dicho este tan saludable consejo, desapareció, dejando al niño Etmundo con gran consuelo en su corazon. Y desde entonces puso diligencias en meditar todos los dias á las noches algun miste

rio de la Vida y Pasion de Cristo nuestro Señor. Y de esta meditacion sacaba gran devocion, y no menos provecho y remedio para todas sus cosas.

En la historia de santo Domingo, I p. l. 1, c. 61, se escribe de un Religioso de aquella sagrada Orden, alemán de nacion, y de mucha virtud y santidad, que desde muy mozo tuvo particularísima devocion á la Pasion de Cristo, en la cual solia pensar muy a menudo con gran sentimiento y lágrimas, y reverenciar sus sacratísimas llagas, diciendo á cada una de ellas aquellas palabras de la Iglesia : Adoramus te Christe, et benedicimus tibi, quia per Crucem Sanctam tuam redemisti mundum: Te adoramos

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Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste el mundo. Y diciéndolas hincaba cinco veces las rodillas en el suelo, rezando cada vez la oracion del Padre nuestro, y suplicando á Dios le diese su santo temor y amor. Y cuan acepta y agradable le fuese esta devocion, los mostró bien en una singular merced y regalo que le hizo, estando en oracion, apare ciéndosele Cristo nuestro Reden tor muy benigno y humano, y convidándole á que llegase sin miedo á gozar de sus llagas: Lo cual él hizo con profunda reverencia y humildad, llegando la boca á ellas, y de ello fue tanta la suavidad y dulzura que sintió en su ani

(c) Vincen in specul historic. Anton. 3 part. histor. quos refert. Sur tom. 6.

ma, que de alli adelante todo lo que no era Dios, le era amargu ra y tormento increible.

Lipomano, y Surio (d) cuentan del santo Abad Palemon, maestro de S. Pacomio, que habiéndole un dia de Pascua de Resurreccion aderezado S. Pacomio para la comida las ortalizas ordinarias con un poco de aceite y sal por ser el dia que era, soliendo los demas dias comer solas yerbas con un poco de sal: viéndolas el Santo viejo guisadas con aceite, comenzó á llorar y derramar muchas lágrimas, acordándose de la Pasion del Señor, y diciendo: Dominus meus crucifixus est, & ego nunc oleum comedam? Mi Señor fue pues to en una Cruz, ¡y habia yo de atreverme á comer aceite? Nunca Dios tal quiera. Le replicó su discípulo Pacomio, que era Pascua, y que por serlo se podia permitir aquel regalo; pero por mucha instancia que le hizo á que las probase, no lo pudo acabar con él.

Cuéntase de un cristiano cautivo, (e) que era muy devoto de la Pasion de Cristo nuestro Redentor, y por la contínua memoria que de ella traía, andaba siempre triste y lloroso; viéndole asi el

tirano a quien servía, pregunta. bale algunas veces: ¿porqué andaba tan triste, y no se alegraba con los demas compañeros? El siempre le respondia, que no podia mas; porque traia en su corazon impresa la Pasion del Señor. Oyendo esta respuesta el tirano, quiso ver si decia verdad, y haciendole abrir el pecho, y sacar el corazon, hallaron dentro de él una imágen de Cristo nuestro Redentor crucificado perfectísimamente formada, la cual maravilla fue parte, para que el tirano se convertiese á la fé.

Semejante es á esto lo que se cuenta (f) de la santa vírgen Clara de Monte Falcó, que habiendo sido en su vida muy devota de la Pasion de Cristo nuestro Redentor, despues de muerta fue hallada en su corazon, á la una parte de él, una imágen de Cristo crucificado con tres clavos, lanza, esponja y caña, todo hecho de la misma carne de la Santa perfectísimamente; y á la otra parte estaban los azotes de cinco ramales, la coluna y corona de espinas, la eual maravilla hasta hoy dia se muestra en Monte Falcó, lugar de Italia.

(d) Lipom. et Surius in vita Sanct. Pacom. mense junii. (e) Fr. Thom. Cantimp. 1. 1 de apibus. c. ultim. (f) 3 p. l. 4, c. 2a de la Cron. de S. Francisco.

TRATADO OCTAVO,

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DE LA SAGRADA COMUNION, Y SANTO

SACRIFICIO DE LA MISA.

t

CAPITULO PRIMERO.

Del beneficio inestimable, y amor grande que el Señor nos mostró en instituir este divino Sacramento.

Dos obras nos ha mostrado

t

Dios las mas insignes, y que mas pasman y atajan los juicios de los hombres, que todas cuantas ha hecho, y tan artificiosas, que hablando de ellas Isaías, cap. 12, v. 4, las llama invenciones de Dios: Notas facite in populis adinventiones ejus. Obras que parece se puso á pensar en que mostrarse comunicador y derramador de sí mismo. La primera obra fue su Encarnacion, en la cual el Verbo del Padre se juntó y unió con nuestra naturaleza con una travazon tan travada, y con un nudo tan apretado y tan junto, que en una persona quedó Dios y el hombre. Nudo ciego á toda la razon del mundo, y á solo él claro: á todos tinieblas y oscuridad , y á solo él luz y claridad. Nudo insoluble, que lo que una vez juntó, nunca jamas se desatará, ni se desató: Quod semel assumpsit, nunquam dimisit. Dice S. Dionisio Areop. c. 4 de div.

que el amor es virtud unitiva, que

transforma el amante en el amado, y hace de los dos uno. Pues lo que jamas pudo hacer jamas pudo hacer amor alguno que hubiese en la tierra, eso hizo el amor de Dios por el hombre. Jamas se vió de los cielos abajo, que el amor hiciese verdaderamente uno al que amaba y al amado, de los cielos arriba bien se vé: la misma naturaleza del Padre es del Hijo, y son uno; pero de los cielos abajo, tal union jamás se hizo. Pues fue tan grande el amor que Dios nuestro Señor tuvo al hombre, que se juntó y unió con el hombre de tal suerte, que de Dios nuestro Señor y del hombre quedó sola una persona, y tan una, que el hombre es verdadero Dios, y Dios es verdadero hombre; y todo lo que es propio de Dios con verdad y con propiedad se dice del hombre. Y por el contrario, lo que es propio del hombre se dice tambien de Dios. De mane

y

ra, que el que veian los hombres, era Dios. El que veian hablar con instrumento de boca corporal, era Dios. El que veian comer, andar andar afanar, era Dios. Tenia naturale za humana realmente, y operaciones humanas, y el que las hacia era Dios: Quis audivit unquam tale, et quis vidit huic simile? dice el profeta Isaías: c. 66, v. 8. ¿Quién jamas vió, ni oyó tal cosa? Dios niño, Dios envuelto en pañales, Dios llorar, Dios tener flaquezas, y cansarse, y sufrir dolores y tormentos. Allá dice el Real Profeta, Psal. go, v. 9, que pusisteis, Señor, vuestro asiento muy alto, y que no llegaria á Vos azote, ni trabajo: Altissimum posuisti refugium tuum, non accedet ad te malum, et flagellum non appropinquabit tabernaculo tuo: pero ahora, Señor, vemos que han llegado á Vos los azotes, los clavos, las espinas, y que os han puesto en la Cruz. Cosa tan agena de Dios: Peregrinum est opus ejus ab eo, dice Isaías, c. 28, v. 22. Cosa peregrina, obra que pasma y ataja los juícios de los hombres y de los Angeles.

Otra obra hizo Dios, (invencion propia de su infinito amor) que fue la institucion del Santísimo Sacramento. En la primera cubrió su ser divino con una cortina de carne, para que le pudiesemos ver: en esta cubre no solo lo divino, sino tam bien lo humano con la cortina de los accidentes de pan y vino, para

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el Verbo divino; le entró en las entrañas de Dios. En esta segunda quiere que Vos le entrañeis á él en las vuestras. Antes estaba el hombre unido con Dios; ahora quiere Dios y hombre unirse con Vos. En la primera, la comunicacion y union fue con sola una naturaleza singular, que es la santísima humanidad de Cristo nuestro Señor, que personalmente está unida con el Verbo divino. En esta segunda unese con cada uno que recibe singularmente, y hacese una cosa con él, ya que no por union hipostática ó personal, que eso no convenia, por la union mas íntima y mas estrecha que se pudo imaginar fuera de aquella. El que come mi carne, y bebe mi sangre, está en mí, y yo en él, dice él mismo Señor. Obra maravillosa: Memoriam fecit mirabilium suorum, misericors, et miserator Dominus, escam dedit timentibus se. Joan. c. 6, v. 57. Fsal. 110, v. 4. No solo es la mayor de sus maravillas, como dice santo Tomas, ser. festi Corp. Chris.: Miraculorum ab ipso factorum maximum: sino es una cifra y recopi lacion de todas ellas.

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la grandeza de sus tesoros y riquezas, y el poder y magestad de su gloria; porque el manjar que nos da en este convite, es el mismo Dios. Obra que admira y espanta tambien al mundo, no menos que la primera, y aun en sola la sombra de este admirable misterio que fue el maná, se admiraron: Manhu? Quid est hoc? Exod. c. 16, v. 15. Y despues decian: Quomodo potest hic nobis carnem suam dare ad manducandum? Joan. c. 6, v. 53. ¿Qué es posible, que habemos de comer su carne? Y no dura este convite ciento y ochenta dias, como duró el del rey Asuero, sino mil y seiscientos años; y durará hasta el fin del mundo, y siempre comemos y siempre dura. Con razon se admira, y esclama el Profeta: Psal. 45, v. 9. Venite, et videte opera Domini, quæ posuit prodigia super terram: Venid, y ved las obras del Señor, los prodigios que ha hecho sobre la tierra. Pasma el artificio y sabiduría de los consejos de Dios, que tomó para la salud de los hombres. De esta segunda obra habemos de tratar ahora: dénos el Señor su gracia para ello, que bien la habemos menester.

El glorioso Apóstol y Evangelista S. Juan, c. 13, v. I, en su sagrado Evangelio, tratando de la institucion de este Santisimo Sacramento, dice: Cum dilexisset suos, qui erant in mundo, in finem dilexit eos: Como amase Cristo nuestro Redentor á los suyos que tenia en el mundo, en el fin señaladamente los amó, porque entonces les hizo

mayores beneficios, y les dejó mayores prendas de amor, entre las cuales, una de las principales, ó la mas principal fue este Santísimo Sacramento, quedándose en él su Magestad verdadera y realmente. En lo cual nos declaró bien el amor grande que nos tenia; porque la condicion del amor verdadero, es querer tener siempre presente al que ama, y gozar siempre de su compañía; porque el amor no sufre la ausencia del amado. Y asi habiéndose de partir Cristo nuestro Redentor de este mundo á su Padre, quiso de tal manera partirse, que del todo no se partiese, y de tal manera irse, que tambien se quedase. Asi como salió del cielo, sin dejar el cielo; asi sale ahora de la tierra, sin dejar la tierra ; y asi como salió del Padre, sin dejarle; asi sale ahora de sus hijos, sin dejarlos: Exivi à Patre, et veni in mundum: iterum relinquo mundum, et vado ad Patrem: Joan c. 16, v. 23. Mas es tambien condicion del amor desear vivir en la memoria del amado, y querer que siempre se acuerde de él: y para eso se dan los que se aman, cuando se apartan, algunos memoriales y prendas que dispierten esta memoria. Pues para que no nos olvidasemos de él, nos dejó por memorial este Santísimo Sacramento, en que se queda él mismo en persona, no queriendo que entre él y nosotros haya otra menor prenda que despierte esta memoria que él mismo. Y asi en acabando de instituirse este Santí

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