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otra cuando se ofrece la ocasion, me hallo flaco y caigo en muchas faltas, y nunca acabo de arribar á la perfeccion? Decian unos y otros, eso nace de falta de consideracion: si consideraseis esto y esto, os ayudaría: y dábanle muchas consideraciones, y no le aprovechaba nada. Llegó á un viejo muy esperimentado, el cual le respondió: No nace eso de falta de consideracion, sino de falta de resolucion. Esa es la causa de no aprovechar: acabáos vos de resolver en mortificaros en lo que habemos dicho, y de esa manera alcanzaréis la perfeccion.

CAPITULO XIII.

Como nos habemos de mortificar en
las cosas lícitas, y tambien en
las cosas necesarias.

No parece que habia mas que

decir acerca de la práctica y ejer-
cicio de la mortificacion, sino
que nos ejercitemos muy bien en
ella de las dos maneras sobredi-
chas, porque eso bastará para ser
buenos y perfectos Religiosos; pe-
ro para que mejor hagamos esas,
y estemos mas prontos y dispues-
tos para ellas, ponen los Santos y
maestros de la vida espiritual otro
ejercicio de mortificacion en co-
sas que podiamos hacer licitamen-
te: así como el buen cristiano
no se contenta con hacer las cosas
de obligacion que son necesarias
para salvarse, sino añade otras de
devocion
, que llaman los téolo-

gos obras de supererogacion, porque no se contenta con oír Misa los dias de precepto, sino oyela tambien entre semana, y reza el rosario de nuestra Señora, y confiesa y comulga á menudo: así el buen Religioso no se ha de contentar con guardar sus reglas, y mortificarse en lo que es necesario para el cumplimiento de ellas, sino ha de procurar hacer otras mortificaciones de supererogacion, á que no le obligan sus reglas, mortificandose en algunas cosas no necesarias, sino que lícitamente las pudiera hacer.

S. Doroteo (a) dice, que no hay cosa que así ayude para aprovechar en virtud, y alcanzar paz y tranquilidad, como quebrantar uno su voluntad; y enseña el modo que habemos de tener en mortificarnos en estas cosas que pudieramos hacer lícitamente. ¿Vais por una parte, vieneos gana de volver la cabeza y mirar acullá? no mireis. ¿Estais hablando con otros, ofreceseos una cosa que viene muy á propósito, os parece que os tendrán por discreto y avisado? no la digais: Suadet tibi cogitatio tua, adi cocum, et interroga quid parat obsonii, non obtemperes: Ejemplos son que pone el mismo Santo, que tan en particular desciende como esto: ¿Vieneos gana de saber que tenemos para comer? no lo querais saber. Cernit fortasse quidpiam, suadet illi cogitatio, ut interroget quisnam illud

(a) S. Dorot. serm. 1 de obedientia, et negat. propr. volunt.

attulerit: non interroget: ¿Veis alguna cosa de nuevo en casa, vieneos gana de saber quien envió aquello, ó quien lo trajo, si es comprado, ó si es dado? no lo pregunteis. En viniendo el huesped, luego os viene gana de preguntar ¿quién vino? ¿De dónde viene? ¿A donde vá? ¿A qué? No lo sepais, mortificaos en eso.

Este ejercicio, dice S. Doroteo, que ayuda grandemente para criar hábito de negar nuestra voluntad, porque si nos acostumbramos á quebrantarla en estas cosas pequeñas, en breve vendremos á no tener propia voluntad en las mayores. Así como los que se crian para la guerra, ejercitan en tiempo de paz lo que han de hacer en tiempo de guerra, ensayándose en unas justas y zuizas, que entonces son juegos; pero es necesario aquello para que estén diestros y acostumbrados para cuando vengan las veras. Así el Religioso se ha de acostumbrar á mortificar y quebrantar su voluntad en las cosas lícitas, para que así esté despues diestro y bien acostumbrado para mortificarse en las ilícitas. S. Buenaventura (b) enseña tambien este ejercicio de mortificarnos en cosas pequeñas, y que de suyo son lícitas, y las podiamos hacer; y pone ejemplo en coger una flor, ó no cogerla, cuando vais por la huerta porque aunque el cogerla no sea culpa, pero el dejarla de coger por mortificaros, es mas grato á Dios; y así dice, que el siervo

de Dios ha de decir muchas veces en su corazon: Por vuestro amor, Señor, ni quiero ver esto, ni oír lo otro, ni gustar este bocado, ni tʊmar ahora esta manera de recreacion. De nuestro padre S. Francisco de Borja se cuenta, l. 1, c. 5 de su vida, que siendo duque, era muy aficionado á la caza de cetreria, y que gustaba mucho de ella, é iba á volar una garza, y al mejor tiempo, al punto que el halcon hacia su presa y la mataba, bajaba él sus ojos, y les quitaba tambien la presa, privándose de aquel contento y recreacion, que con tanto trabajo habia buscado todo el dia. Dice S. Gregorio, lib. 4 dialog. c. 11, que es propio de los siervos de Dios privarse de las cosas lícitas, por estar muy lejos de las ilícitas.

Por esto aquellos santos padres del yermo estimaban tanto este ejercicio, y criaban con él á sus discípulos, quitándoles lo que ellos querian, y haciéndoles hablar lo que no querian, en cosas pequeñas, y que las pudieran hacer sin pecado y sin imperfeccion alguna, para que en todo negasen su voluntad, y estuviesen hechos á las armas para cosas mayores. Y del que en estas mortificaciones ligeras y fáciles aprovechaba bien, tenian buenas esperanzas, que llegaria á la perfeccion ; y del otro sentian mal, porque les parecia que una voluntad acostumbrada á hacer lo que quiere, aunque sea en

(b) Bonav. et Ludo. Blosius, c. 2 monil, spirit.

cosas pequeñas y de poca importancia, se hallará muy rebelde para negarse despues en las mayores: y de aí tomó la Compañía el ejercicio que usa, especialmente á los principios, con los novicios, ocupándolos en ejercicios y oficios diferentes, y haciéndoles dejar lo que han comenzado, y deshacer lo que han hecho, y volverlo á hacer, para que no se crien voluntarios y apetito sos, sino que desde el principio se acostumbren á negar su voluntad y juício propio.

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Mas adelante pasan los Santos en este ejercicio de mortificacion. No se contentan con que nos acostumbremos á negar nuestra voluntad en las cosas lícitas, que pudieramos hacer sin pecado y sin imperfeccion alguna, sino que aun en las mismas cosas à que tenemos obligacion de acudir, nos aconsejan que nos acostumbremos á mortificar y negar nuestra voluntad. Pero dirá alguno: ¿Cómo puede ser eso? ¿Habemos de dejar de hacer aquello que tenemos obligacion, por mortificarnos? Digo que no, en ninguna manera, porque eso seria mal hecho: Non sunt facienda mala, ut veniunt bona: ad Rom. c. 3, v. 8: No es lícito hacer mal, para que venga algun bien. Pues ¿cómo ha de ser eso? Hallaron los Santos para esto una traza maravillosa, y es doctrina del Apóstol S. Pablo: Advertid, dice, y tened cuenta, que ninguna cosa hagais, ni penseis, ni hableis, que vaya guiada por cumplir vuestra voluntad ó

apetito, sino antes que comais, habeis de mortificar el apetito de la gula, y no habeis de comer porque vos gustais de ello y lo quereis, sino porque es obediencia de Dios, que quiere y manda que comais para sustentar la vida, como lo hacia el Abad Isidoro, del cual refiere Paladio, in historia Lausiaca, lection. 1, que lloraba cuando iba á comer, é iba por obedecer. Antes que estudieis, habeis de mortificar el apetito de estudiar, y despues estudiad, porque Dios lo quiere y os lo manda, y no por vuestra voluntad y gusto: antes que prediqueis, ó leais la catedra, mortificad el apetito é inclinacion que teneis á eso, y no lo hagais por vuestro gusto y aficion sino porque os lo mandan, y es voluntad de Dios. Y de la misma manera en todas las demas cosas habeis de quitar la propiedad de vuestra voluntad, y hacerlas porque Dios lo quiere; porque no es razon que ellas nos lleven cautivos ácia sí, sino que nosotros las traigamos á ellas á nos, y á Dios, haciéndolas puramente por él: esto es lo que dice el Apóstol: Sive ergo manducatis, sive bibitis, sive aliud quid facitis, omnia in gloriam Dei facite: 1 ad Cor. cap. 10, v. 31. Ahora comais, ahora bebais, ahora hagais otra cualquier cosa, hacedlo todo á gloria de Dios.

Este es un punto muy principal, y muy espiritual: 1. p. 3, c. 8: no habemos de hacer las obras, ni el oficio que hacemos por el gusto é inclinacion que tenemos á ello, si

no puramente por Dios; porque él así lo quiere y nos lo manda, acostumbrándonos á hacer en todas ellas, no nuestra voluntad, sino la de Dios, y á holgarnos en ellas, no porque las cosas son de suyo apetecibles, ni porque nosotros gustamos de ellas, y son conforme á nuestra inclinacion, sino porque estamos haciendo en ellas la voluntad de Dios. El que anduviere de esta manera, no solamente se acostumbrará á mortificar y negar su voluntad, sino á estar haciendo la voluntad de Dios en todas las cosas, que es un ejercicio muy alto de amor de Dios, y de gran provecho y perfeccion, como dijimos en otra parte.

á

Harto campo habemos descubierto para este ejercicio; y así el que quisiere traer exámen particular de mortificar y negar su voluntad (que será muy provechoso) ha de ir poco a poco por los grados y escalones que habemos dicho en estos dos capítulos. Lo primero, podemos traer exámen particular de mortificarnos en las las cosas que ellas mismas se ofrecen, sin nosotros buscarlas, en que hay harto que hacer por algunos dias, y aun por muchos: especialmente si habemos de llegar á llevarlas, no solo con paciencia, sino con gozo y alegria, que es el tercero y mas perfecto grado de mortificacion, como despues diremos. Lo segundo, en mortificar nuestra voluntad en lo que nos estorba é impide el hacer bien las cosas que necesaria

mente habemos de hacer para ser buenos Religiosos, y guardar nuestras reglas, y proceder con edificacion, que son innumerables. Lo tercero, de mortificarnos en algu

nas

cosas que lícitamente pudieramos hacer, para de esa manera irnos habituando y acostumbrando á negar nuestra voluntad, y estar mas prontos y dispuestos para cuando se ofrezcan otras mayores, proponiendo de mortificarnos en estas cosas tantas veces á la mañana, y tantas á la tarde, comenzando al principio con menos, y despues añadiendo mas, conforme, ó como fuere cada uno aprovechando; y mientras mas veces se mortificáre uno, será mejor, aunque se le acaben todas las cuentas del rosario, como habemos conocido á algunos en la Compañia, que las pasaban todas mortificándose cada dia tantas veces, y se les parecia bien en su aprovechamiento. Lo cuarto, en las mismas cosas que tenemos obligacion de hacer, podemos traer este exámen, procurando hacerlas, no porque nosotros las queremos y gustamos de ellas, sino porque es aquella la voluntad de Dios, que es un ejercicio que puede durar toda la vida, por ser de grande perfeccion: á lo cual añado, que este exámen por estos mismos puntos se puede traer por via de conformidad con la voluntad de Dios, tomando todas las cosas como venidas de su mano, y que nos las envia con entrañas de padre, para nuestro mayor bien y

provecho, haciendo cuenta que el mismo Cristo nos está diciendo: Hijo, yo quiero que ahora hagas ó padezcas esto; porque de esta manera será mas fácil y suave, y mas provechoso y eficaz, y de mas perfeccion porque será ejercicio de amor de Dios, el cual todas las cosas hace fáciles y suaves. Aquella razon, esto es la voluntad de Dios, Dios quiere y gusta ahora de esto, convence y concluye, y ata de pies y manos.

De nuestro padre S. Francisco de Borja leemos, lib. 1, c. 15 de su vida, que una vez partió tarde de Valladolid á Simancas, donde estaba la casa de probacion, nevaba mucho, y hacia un viento muy frio y riguroso, y vino á llegar muy de noche, y á tiempo que ya estaban reposando los novicios. Es

aires elados sobre mí, y que todo lo que obra, lo obra con infinita alegria y gusto suyo, y que debia yo regocijarme, considerando el gusto de Dios en castigarme y afligirme, y gozarme del gozo que él tenia en esta obra, pues se despedaza un leon, ú otro animal bruto delante de un gran Príncipe, por solo darle contento. De esta manera habemos de tomar nosotros todas las ocasiones de mortificacion, y ese ha de ser nuestro gusto y contento en ellas, y el gusto y contento de Dios nuestro Señor.

CAPÍTULO XIV.

Que principalmente nos habemos de mortificar en aquel vicio ó pasion que reina mas en nosotros, y nos hace caer en mayores faltas.

tavo un gran rato llamando á la En el libro primero de los Re

puerta, cayendo copos de nieve sobre él, y como era el primer sueño, y la puerta estaba lejos de la habitacion, no habia quien respondiese: a cabo de grande rato le oyeron, y le abrieron, quedando muy corridos los novicios de haber hecho aguardar tanto á su Padre, y verle traspasado y tiritando de frio. Díjoles entonces el santo Padre con muy buena gracia y alegre semblante: No tengais pena, hermanos mios, que yo os certifico, que el Señor me ha regalado mucho el tiempo que he estado aguardando; porque estaba pensando, que el Señor era el que tiraba los copos de nieve, y enviaba los

et

yes cuenta la sagrada Escritura, que mandó Dios á Saúl por el profeta Samuel, que destruyese á Amalec, á hecho, que no dejase piante ni mamante, como dicen, grande ni pequeño, ni de los hombres, ni de los animales y ganados. Y dice la divina Escritura: Et pepercit Saul, populus, Agag, et optimis gregibus ovium, et armentorum, et vestibus, et arietibus, et universis quæ pulchra erant, nec voluerunt disperdere ea. 1 Reg. cap. 15, v. 9. Perdonó Saúl y el pueblo al rey Agag, y á lo mas grueso del ganado mayor y menor á todo lo que era precioso y de va

9 y

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