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conviniese el trabajo sin debilitar el entusiasmo; y por último mi conviccion de que con estudio y perseverancia se podia hacer una traduccion de sus obras, que mereciese alguna gloria póstuma, me hicieron darle la preferencia.

He dicho gloria póstuma, y no ha sido sin intencion. Yo conocia, por servirme de las enérgicas espresiones de un sabio virtuoso, del modesto é inmortal frai Luis de Leon, cuya mansedumbre angélica no bastaron á alterar ni las persecuciones injustas, ni las desgracias no merecidas, « yo conocia, repito, los juicios errados de nuestras gentes, y su poca inclinacion á todo lo que tiene alguna luz de ingenio ó de valor, y entendia las artes y mañas de la ambicion, del interes propio y de la presuncion ignorante, que son plantas que crecen juntas, y se enseñorean agora de nuestros tiempos;»> reflexion que hubiera aumentado las dificultades de mi empresa, disminuyendo el entusiasmo que debia superarlas, si la esperanza de ser útil, y la de que mis descendien

tes cojan un dia, en el aprecio con que la posteridad le honre, algun fruto de mi largo trabajo, no me hubiese sostenido en él.

Este trabajo era tanto mas penoso, cuanto mayores son las ventajas que para la poesía lleva la lengua latina á la castellana. En aquella los casos determinan rigorosamente las concordancias, y hacen exacta y clara la espresion; en esta los artículos multiplican las anfibologías, y embarazan las construcciones; en aquella una prosodia fija da rotundidad y armonía á la versificacion, sin privar por eso á los poetas de licencias, que les facilitan prodigiosamente la colocacion simétrica de las palabras; en esta la dura lei de los consonantes, y la necesidad de distribuirlos uniformemente en las estancias de las composiciones líricas, sin bastar siempre á evitar la monotonía de las cadencias, fatiga la imaginacion, y coarta la libertad; aquella autoriza casi indefinidamente las trasposiciones, mientras que esta no las emplea sino con mucha circunspeccion. Y si á esto se agrega la facultad que da la lengua del La

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cio de unir alguna de las partículas copulativas á los nombres y á los verbos; la sencillez de las conjugaciones pasivas, que nosotros no podemos espresar sino con la asociacion de los verbos ausiliares á los participios; el uso de dos terminaciones en ciertas personas y tiempos de los verbos, y otras muchas ventajas, que seria prolijo resumir, se podrá calcular cuáles debian ser los esfuerzos de un traductor, que habia de entrar en tan desigual lucha, y con cuánta razon temieron los poetas españoles el intentarla.

Para ponerse en estado de seguir á Horacio en su vuelo, siempre singular y atrevido, era menester comprender bien todas sus alusiones, fijar el sentido de muchas frases equívocas ó ambiguas, y formar un juicio exacto del carácter de cada una de sus piezas. Á este fin era necesario en muchas de ellas indagar los motivos, averiguar, y adivinar á vezes las circunstancias en que se compusieron, cotejar fechas, combinar pasajes, y condenarse en fin á investigationes ím

probas, cuyo mérito oscuro son pocos los que pueden apreciar; y estos no son sin embargo mas que los trabajos preliminares, que para empaparse del espíritu de su original está obligado á hacer todo traductor, ántes de emprender la version, que es lo único que ha de salir á luz y ser juzgado. La version es el complemento y el fruto de los esfuerzos anteriores, que solo merecen ser estimados, en cuanto la obra para que se han hecho no sea indigna del autor original; es decir, en cuanto conserve, no solo la fuerza ó la gracia de los pensamientos, la pompa ó elegancia de las espresiones, el estrépito ú la suavidad de las cadencias, sino los giros atrevidos, las construcciones poéticas, y si es posible, el artificio de las frases, el corte de los períodos, y hasta las desinencias que tengan una intencion particular.

Los epítetos de Horacio eran un escollo en que debia estrellarse la audazia de sus traductores. Este poeta los emplea con un arte, con una maestría, con una felizidad estraordinarias: rarísima vez se ven en sus obras

aquellos adjetivos parásitos, aquellas calificaciones vagas, á que por una metáfora justísima se ha dado entre nosotros el nombre de ripios sus epítetos dicen siempre algo, y muchas vezes su oportunidad ó su exactitud constituyen el mérito de un pasaje. Composiciones poéticas en que los sustantivos no sean rigorosamente calificados, no ofrecen sino cuadros descoloridos, sin gracia y sin interes; y he aquí por qué era menester hacerse una lei de no suprimir ningun epíteto, lei de que se dispensaron sin escrúpulo muchos traductores, que verosímilmente no dieron á esta parte de la elocucion poética toda la importancia que merece. Mas como en la ejecucion se presentaban dificultades de muchas clases, dimanadas ya de la naturaleza de las calificaciones; y ya de la estructura misma de las palabras originales, era indispensable adoptar ciertos principios, con arreglo á los cuales se obrase siempre de una manera fija y uniforme. Hai epítetos que no pueden acomodarse á la índole de nuestra lengua, y que son por esta razon esen

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