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Divum, victus tuis et gratæ Veneris vocibus, annuisset rebus Eneæ, id est, concesisset Æneæ laboribus, muros ductos, id est, ducendos potiore alite, id est, melioribus auspiciis: es decir, « si el padre de los dioses, movido de tus ruegos y de los de la blanda Venus, no otorgase á Eneas que levantase otra nueva ciudad con mas favorables auspicios. » Esto alude á la creencia difundida entre los romanos, de que debian su orígen á Eneas, de cuyo hijo Ascanio, que se suponia el fundador de Alba, se hacian descender los gemelos de Ilia. Virgilio habia popularizado esta tradicion en un poema, de que hizo á Eneas el personage principal, y á su hijo el tronco de la familia julia, de la cual era á la sazon Augusto el último vástago. A los que no conocen á Eneas mas que por la relacion de Virgilio, les costará trabajo concebir cómo para acreditar una tradicion absurda, se fue á tejer una serie de aventuras, ingeniosas sí é instructivas, pero en las cuales no se temió contradecir lo que mas averiguado existia en la historia de aquel príncipe, á saber, que jamás habia salido de la Troada, ó que nunca á lo menos se habia acercado á las costas de Italia. Homero, que vivió 250 años despues de la guerra de Troya, y que por el modo con que describió los lugares que fueron teatro de ella, probó haberlos visitado, Homero, que tuvo á la mano las obras que sobre aquellos sucesos escribieron dos historiadores contemporáneos (Dictis de Creta, y Dares de Frigia) supuso resuelta por el destino la no estincion de la raza de Dárdano, y la ocupacion del trono de Priamo por Eneas y sus descendientes hasta el fin de los siglos; y verosimilmente le ocupaban en efecto en vida del ilustre poeta de Jonia, que no se habria aventurado en otro caso á hacer tan esplícita y solemne una prediccion, que ya en su tiempo se encontrase desmentida. De los que despues de Homero escribieron sobre esta materia, aseguraron unos que Eneas se retiró á Arcadia, otros á la Tracia, y ninguno escrupulizó en atribuir la entrega de Troya á su traicion y á la de su pariente Agenor, á cuyas puertas pusieron los griegos en la noche del incendio, centinelas para que fuesen respetadas sus casas. A

pesar de la unanimidad de estas tradiciones, que escritores latinos de los tiempos de Augusto y de Tiberio no dejaron de recordar, tomó consistencia la antigua fábula, y Eneas pasó en Roma por un héroe piadoso, que por entre los horrores de la ruina de su patria, salvó sus penates y su padre anciano, y sobreponiéndose á los riesgos que entonces ofrecia una navegacion, que hoy se hace en cuatro ó cinco dias, llegó á fundar una ciudad, de que despues debian salir los fundadores de Roma.

V. 25. Argutæ... Argivæ leen otros.

V. 26. Xantho... Rio de Licia consagrado á Apolo. V. 27. Dauniæ Camenæ... La Musa latina, ó la de Horacio mismo.

V. 28. Levis... Por imberbis.

Agyien... Nombre que daban los griegos á Apolo, y que equivalia á viis præpositus urbanis.

V. 29. Spiritum Phœbus... El jesuita Sanadon hizo de estas cuatro estrofas el epílogo del canto secular. Si esta innovacion no puede apoyarse en la autoridad, es cierto por lo menos que alli estarian mejor colocadas que aqui.

V. 31. Virginum primæ.. Los coros estaban compuestos, como diré en otra parte, de doncellas y mancebos de las primeras familias.

V. 32. Deliæ tutela Dex... Ya observó algun intérprete que tutela está empleado aqui en sentido pasivo, y equivale á qui estis sub tutela. En otra parte he dicho que esta diosa de Delos era Diana.

V. 35. Lesbium pedem... El metro sáfico, inventado, como he dicho otras veces, por Safo, natural de Lesbos.

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V. 36. Pollicis ictum... Estas palabras recuerdan el modo de tocar la lira, que era, pulsando sus cuerdas con los dedos pulgar é indice, y marcando con el pulgar el fin de cada periodo musical. «Observad el golpe de mi dedo, queria pues decir, « ajustad vuestro canto á los sones de mi lira,» y ya se sabe que para ello miran frecuentemente los cantores al director de la orquesta. Sin duda el poeta tocaba la lira cuando se cantaban sus versos, como tocan hoy el piano los maestros cuando se can. tan sus composiciones.

V. 28. Crescentem face Noctilucam... Diana fue llamada Noctiluca, por alumbrar de noche (quòd noctu luceat). El crescentem face recuerda la circunstancia de que

ODE VII.

AD TORQUATUM.

Diffugere nives: redeunt jam gramina campis,
Arboribusque comæ :

Mutat terra vices, et decrescentia ripas
Flumina prætereunt:

Gratia cum Nymphis geminisque sororibus audet 5 Ducere nuda choros.

Immortalia ne speres monet annus, et almum
Quæ rapit hora diem.

Frigora mitescunt Zephyris: ver proterit æstas
Interitura, simul

Pomifer Autumnus fruges effuderit, ex mox

Bruma recurrit iners.

Damna tamen celeres reparant cœlestia lunæ :
Nos, ubi decidimus

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las fiestas á que aqui se alude, se celebraban en los primeros dias de la luna. Véanse las notas al canto secular.

ODA VII.

A TORCUATO.

La nieve huyó y el hielo;

El musgo á la pradera,

Y al bosque torna verde cabellera ;
De aspecto muda el suelo,

Y los raudales frios

En sus cáuces estrechan ya los rios.

Las Gracias desceñidas

Van en alegre fiesta

Con las Ninfas danzando en la floresta.

Arrebatando vidas,

El tiempo se despeña,

Y que nada es eterno nos enseña.

El favonio templado

Lanza al invierno frio;

Lanza al favonio el espigoso estío,

A su vez empujado

Del otoño, que floja

De la tierra á su vez la niebla arroja.

Rauda empero rodando,

Los daños celestiales

Febe repara; mientras los mortales

TOMO II.

19

Quò pius Æneas, quò Tullus dives et Ancus, 15 Pulvis et umbra sumus.

Quis scit an adjiciant hodiernæ crastina summæ Tempora Di superi ?

Cuncta manus avidas fugient hæredis, amico

Quæ dederis animo.

Cum semel occideris, et de te splendida Minos Fecerit arbitria,

20

Non, Torquate, genus, non te facundia, non te Restituet pietas.

Infernis neque enim tenebris Diana pudicum 25 Liberat Hippolytum ;

Nec Lethæa valet Theseus abrumpere caro
Vincula Pirithoo.

NOTAS.

En la edicion de Mor de Fuentes se halla una análisis escelente de esta pieza, que tradujo muy mal, segun su costumbre, D. Esteban Manuel de Villegas.

V. 1. Diffugere nives... El poeta trata el mismo argumento que en la oda cuarta del primer libro, y lo hace de un modo muy semejante. Ambas empiezan con una elegante descripcion de la primavera; y si la que se vé

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