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cas á quienes podia convenir el epiteto de célebres ó famosas. Y lo eran en efecto de varios modos, como que unas veces las uncía la diosa á su carro en vez de cisnes; otras las empleaba para anunciar su voluntad á sus favoritos, y otras en fin se hacia acompañar de ellas en los viajes que frecuentemente emprendia, para presidir á las fiestas que en diferentes partes se hacian en su honor. Cuando se considera que desde muy antiguo se miró la paloma como el emblema de la dulzura y de la sencillez, no se estrañará que fuese el ave predilecta de la diosa de la hermosura y el amor.

Vulture in Appulo... El Vultur era una montaña cerca de Venusia, en los confines de la Pulla y de la Lucania.

V. 10. Altricis extra limen Apuliæ... Los comentadores se atormentaron mucho para conciliar esta contradiccion aparente. « La aventura, dicen, no pudo suceder en el Vultur, monte de la Pulla, Vulture in Appulo,» y fuera de los límites de esta provincia, extra limen Apuliæ. Hé aquí pues á uno proponiendo una correccion ridícula ; á otro diciendo que Apulia era el nombre de una muger, y no el de una provincia; y á este y á otros suponiendo que la tal muger era la nodriza del poeta, y aplicando á ella el epiteto fabulosa, á causa de que las nodrizas son muy aficionadas á cuentos. Parece imposible que literatos con mucha razon célebres, hayan podido consignar en sus escritos semejantes inepcias. El Vultur, situado, como he dicho antes, en los confines de la Pulla y de la Lucania, tenia evidentemente un lado que estaba fuera de la Pulla; y esta parte del monte fue sin duda el teatro de la escena que aquí se refiere. Nutricis leen algunos en lugar de altricis. Ambas calificaciones convienen perfectamente á la provincia donde habia nacido y criádose el poeta.

V. 14. Nidum Acherontiæ... Acherontia, hoy Acerenza, era una ciudad de la Lucania en los confines de la Pulla, colocada en una eminencia, lo que hace á Horacio llamarla un nido. Bantia y Ferenza eran tambien dos ciudades situadas en los límites de ambas provincias.

V. 21. Vester Camena... No hay transiciones más bien recibidas, ni mas gallardas, que las que se hacen por medio del apóstrofe.

V. 23. Præneste... Hoy Palestrina, á ocho ó nueve leguas de Roma. A causa de su situacion se respiraba en aquella ciudad un aire fresco, razon por la cual Horacio la dá el epiteto de fria. De Bayas, Tívoli, y las montañas de Sabinia he hablado en las notas anteriores. V. 25. Vestris amicum... La traduccion de esta estrofa decia antes asi :

De entre el comun estrago

De Filipos salvásteisme en la huida,

Y del árbol aciago,

Que desplomado amenazó á mi vida,
Y del furor del noto,

En el sículo mar mi esquife roto.

V. 28. Palinurus... Horacio estuvo tambien á pique de perecer en el cabo Palinuro, como cuando en Filipos se desbandó el ejército republicano en que servia, y como cuando un árbol de su jardin se desplomó sobre él. Palinuro era el nombre del piloto de la escuadrilla, que condujo á Italia los troyanos capitaneados por Eneas. Rendido de sueño un dia, se cayó al mar, y despues de llegar con mil trabajos á Velia, fue allí maltratado por sus habitantes. Por expiacion de aquel delito, le levantaron ellos despues un sepulcro en el promontorio vecino, al cual se dió por eso el nombre de Palinuro.

V. 30. Insanientem... Hermoso epiteto del Bósforo.

V. 32. Litoris Assyrii... La Asiria propiamente dicha, (hoy el Kurdistan) estaba separada de la Mesopotamia por el Tigris, y de la Media por una gran cadena de montañas, y corria desde los límites de la Armenia hasta los de la Babilonia, que algun tiempo perteneció al mismo pais. En ninguna de las diferentes épocas de aquel imperio, de que ya fue capital Babilonia, y ya Nínive, tuvo él costas, y por consiguiente aparece inexacta la espresion de litoris Assyrii. Los intérpretes á quienes llamó esto la

atencion, observaron que antiguamente se decia Assyria por Siria, y todos saben que este último reino, de que ya hablé en otra parte, tenia costas dilatadas.

V. 33. Britannos hospitibus feros... Parece que estos isleños devoraban en otro tiempo á sus huéspedes, ó los sacrificaban á sus dioses.

V. 34. Concanum... Concana era una ciudad de los astures, cerca de cuyas ruinas se erigió mucho despues la que hoy se llama Cangas de Onis. Los concanos habitaban el territorio vecino. La costumbre de beber sangre de caballo les era comun con muchas tribus salvages y feroces que habitaban los paises septentrionales de Europa.

V. 55. Pharetratos Gelonos... Pueblos escitas, que bebian tambien sangre de caballo mezclada con leche, si se cree á Virgilio.

V. 6. Scythicum amnem... El Tánais verosimilmente, pues era el rio mas considerable del pais que habitaban los escitas.

V. 38. Abdidit... Bentlei leyó aqui reddidit, pretendiendo que está palabra espresa mejor el hecho á que alude el poeta, que la de abdidit, pues « se encierra dice, se esconde á los cobardes, mientras que á los valientes se torna, se restituye á sus hogares.» Esta observacion parece exacta, pero la poesía antigua no era tan escrupulosa como la moderna en el empleo de las palabras, y usaba á veces algunas á que la costumbre daba verosimilmente acepciones distintas. Ademas, abdidit oppidis, puede significar los guareció en los lugares, es decir, los hizo retirarse á cuarteles, ó acuartelarse en los pueblos, pues hasta entonces habian vivido en los campamentos.

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V. 40. Pierio antro... Esto es, «en la gruta consagrada á las Musas es decir, «en el pacífico retiro donde en los momentos de ocio se entregaba Augusto á su aficion á la literatura; » pues sabido es que aquel príncipe, como todos los hombres bien educados de su tiempo, hacia versos alguna vez. El Pierio antro tiene aqui pues el mismo sentido que el Dionæo sub antro de la oda segunda del segundo libro.

V. 41. Vos lene consilium... Este no es solo un elogio

de las Musas y de los poetas; éslo tambien de Augusto, á quien se supone recibiendo por el comercio con las Musas, inspiraciones generosas, lecciones de mansedumbre, y reglas para conducirse con equidad y dulzura en el gobierno del Estado.

V. 42. Scimus ut impios... No fué en verdad un grando ejemplo de mansedumbre el que dió Júpiter, esterminando con el rayo á los gigantes que intentaron escalar su alcázar, si no una muestra de alto poder, y un testimonio de justa severidad; y no se vé por tanto el enlace que tiene esta aventura con la calificacion de las inspiraciones suaves de las Musas. Puede suponerse sin embargo que despues de enumerar las ventajas de la proteccion de los dioses, quiso el poeta probar con un ejemplo terrible lo peligroso que era irritarlos. La transicion será asi natural, aunque parezca hecha demasiado rápidamente; pero tal era la costumbre de Horacio, y el carácter de la poesía lírica griega y latina. Por lo demas, ya en las notas á la oda duodécima del segundo libro hablé de los gigantes que pretendieron destronar á Júpiter, escalando el cielo.

V. 44. Fulmine caduco... Por decidente, cadente. No satisfecho de esta esplicacion tan natural, hubo quien pretendió leer corusco.

V. 45. Qui terram inertem... En los cuatro versos de esta estrofa están enumerados gallardamente todos los objetos á que se extiende el poder de dios; la tierra, el mar, los dioses, los hombres, los reinos de la vida y los de la muerte.

V. 46. Urbes... Esta palabra es la única que desfigura el cuadro magnífico trazado en este cuarteto, y no CS verosimil que á pesar de la unanimidad con que la presentan manuscritos y ediciones, saliese ella de la pluma de Horacio. ¿Qué añadiria urbes á mortales turbas, si por ciudad se entendiese una reunion de hombres? ¿Qué añadiria á terram, si significase una reunion de casas? En fuerza de estas consideraciones Bentlei, á quien siguieron Sanadon y Daru, leyó umbras; y como la asociacion de umbras y regna tristia es muy frecuente en los poetas, yo no titubearia en adoptar esta correccion, si no

me

hubiese propuesto admitir solo las autorizadas. V 51. Opaco... Este es aqui un epiteto parásito é inú til. Porque fuese opaco ó sombrío el monte sobre el cual querian los gigantes cargar otros para formar con los dos una escalera ó un andamio con que subir al cielo, no resultaba mas vigorosamente calificada la audacia de aquellos temerarios. El epiteto que aqui convenia era el de enorme, pesado, alto, no sombrío, pues en el caso de que se habla, lo pesado del instrumento era lo que únicamente podia calificar la fuerza del que lo empleaba, ó realzar lo osado de la empresa que se acometia.

V. 52. Pelion... Monte de la antigua Tesalia (hoy Petra en la Magnesia), sobre el cual para escalar el cielo, cargaron los gigantes otro monte del mismo pais, llamado antes Osa, y hoy Kisabo. Horacio pone aqui el Olimpo en vez del Osa. Ya en otra ocasion he dicho que el nombre de Olimpo era comun á muchos montes de la Grecia.

V. 53. Typhæus... Tifeo ó Tifon fué el mas formidable de los gigantes armados contra el cielo. Las tradiciones mitológicas le dotaron de piernas de dragon, ojos de fuego, y talla tal, que su cabeza se escondia en las nubes. Fué menester para destruir aquel mónstruo el rayo de Júpiter, y para abrumarle despues de muerto, la mole del Etna, bajo la cual le sumió la venganza del dios. La misma suerte tuvo el no menos colosal Porfirio, y el igualmente terrible Encelado, y el Reto ó Reco de quien ya hablé en otra parte. De Mimas ó Mimante, que el poeta coloca aqui entre los otros jayanes sacrílegos, no hace mencion la mitología.

V. 55. Evulsis truncis... Estos gigantes, pensando en trasplantar una enorme montaña, y este Encelado, vibrando como ligeras flechas los árboles enteros, hacen formar una alta idea del poder del dios que aniquiló guerreros tan formidables. De cada uno de los que aqui se nombran, cuenta la mitología mas o menos estravagantes proezas; pero en la circunstancia de que eran hijos de la Tierra todos aquellos que conspiraron para escalar el cielo, no habrá quien no descubra la alegoría sublime que ya indiqué en las notas á la oda duodécima del segundo libro, ar

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