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riba citadas. A los hombres groseros de los tiempos primitivos no se les podia enseñar la historia ni la moral sino materializándosela.

V. 59. Palladis ægida... Véanse las notas á la oda quince del libro primero.

V. 59. Vulcanus... Merece observarse que Palas, Vulcano, Juno y Apolo, son presentados aqui como los únicos paladines del cielo atacado, aunque en otras partes hace mencion Horacio mismo de Hércules y Baco, que tomaron parte igualmente en los riesgos y la gloria de aquella contienda. Observarse debe tambien la atencion con que siempre cuida el poeta de calificar las divinidades que á ella asistieron. De Baco dijo en otro lugar, que habia despedazado á Reco con sus uñas de leon. Aqui nombrando á Palas se hace mencion de su escudo, que se califica de estremecedor. De Apolo se recuerda la circunstancia de que jamas desciñe su aljaba. A Juno se la llama simplemente matrona, calificacion que no recuerdo haberse dado á ninguna de las divinidades femeninas del Olimpo pagano, mas que á la esposa de Júpiter. Ni aun el feo y contrahecho Vulcano es designado sin un epiteto muy significativo. Avidus le llama el poeta; y aplicado, laborioso (que es lo que aqui significa el adjetivo latino) era lo mas que podia decirse para recomendar al herrero del Etna, que no se habia distinguido antes por ninguna otra cualidad. El cuadro sobre que discurro es pues completo.

V. 61. Castalia... Nombre de una fuente del Parnaso, consagrada á las Musas.

V. 62. Lycia... Yo creo haber dicho en otra parte que Licia era un reino del Asia menor, entre Panfilia y Caria. Ahora añadiré que Patara (hoy Patera en Natolia) era una ciudad de aquel reino.

V. 65. Vis consili... Esta sentencia justifica la transicion que señalé en la nota al verso cuarenta y dos, y enlaza las diferentes partes de la pieza. La estrofa entera es admirable por la importancia de las máximas religiosas que proclama, y por la energía de la espresion.

V. 69. Testis Gyas... De este gigante, y del atrevido

Orion, y del incontinente Ticio, he hablado en las notas á las odas anteriores.

V. 73. Injecta monstris... La Tierra, lamentándose de haber de abrumar con su peso á sus hijos, forma una imágen muy tierna, que hace un contraste magnífico con los esfuerzos portentosos de los gigantes, que hacian temblar al mismo Júpiter. Todas estas estrofas por lo demas, son de una gran riqueza. No hay en ellas una palabra que no sea escogida.

V. 75. Nec peredit... Ya he dicho arriba que á los mas de los gigantes se dió el Etua por sepulcro. Horacio observa, que aunque arde constantemente en el seno de aquella montaña un fuego violentísimo, no basta para consumirla, ni puede por consiguiente terminar el suplicio inmortal de los malvados sobre quienes pesa.

V. 76. Impositam Ætnam... No hay quien no sepa que el Etna es un elevado monte volcánico de Sicilia, que hoy se llama Mont-Gibel, con un nombre árabe, que nuestros escritores antiguos castellanizaron, transformándolo en el de Mongibelo.

V. 78. Additus custos... Ultor appositus, como interpreta el autor de los comentarios publicados por Cruquio. V. 80. Pirithoum... Piritóo fue hijo segun la fábula, de Ixion y de la Noche, y ya dije en las notas á la oda diez y ocho del primer libro, el significado de esta filiacion. Las hazañas de Teseo rey de Atenas, despertaron en Piritóo, que io era de una provincia de Tesalia habitada por los lapitas, el deseo de conocerle, y lo satisfizo entrando en el territorio de la Atica, y entablando con

ODE V.

Coelo tonantem credidimus Jovem
Regnare præsens Divus habebitur
Augustus, adjectis Britannis

Imperio gravibusque Persis.

ferencias con su rey, por resultas de las cuales quedaron ambos muy íntimos amigos. El lapita convidó al ateniense á su boda, y alli fue donde este último dió muerte á los Centauros que pretendieron robar la novia. Despues pasarou juntos Piritóo y Teseo à robar á Helena, niña de diez años, con quien el último de estos paladines pensaba casarse á su tiempo; y mas tarde á robar á Proserpina, esposa de Pluton, con la cual queria igualmente Piritóo consolarse de su viudez. Pluton hizo amarrar á los dos aventureros, y en boca de uno, condenado en el infierno al suplicio que merecia su atentado, pone Virgilio aquella sentencia magnífica, que es la moralidad de esta fábula :

<«Discite justitiam moniti, et non temnere Divos.>> Ya se adivina que el rapto de la diosa del infierno no fue mas que el disfraz mitológico de una aventura histórica, y esta se redujo á que los héroes ateniense y tesalo pretendiendo robar una hija de Adoneo, rey de los molosos, fueron descubiertos, y condenado Piritóo á ser devorado por un perro, y amarrado Teseo á una cadena, que mas tarde rompió Hércules. Cuando se recuerda que los molosos ocupaban la parte del antiguo Epiro, que se estendia lo largo del golfo de Ambracia, y que en aquel pais corrian los rios Aqueron y Cocito, que los poetas colocaron despues en el infierno, se verá el origen de la ficcion. Respetándola Horacio como una tradicion religiosa, señaló el delito de Piritóo con una palabra, amator, y el suplicio con tres, cohibent trecenta catena.

ODA V.

Proclama á Jove el trueno retumbando

Potente númen del lumbroso cielo.

Al britano feroz, al persa infando

César leyes dictando,

César el Dios será del ancho suelo.

Milesne Crassi conjuge barbarà

Turpis maritus vixit? et hostium

(Proh curia, inversique mores!)
Consenuit socerorum in arvis

5

Sub rege Medo Marsus et Appulus,
Anciliorum, et nominis et toge

10

Oblitus, æternæque Vestæ,

Incolumi Jove et urbe Româ!

Hoc caverat mens provida Reguli,

Dissentientis conditionibus

Fœdis, et exemplo trahenti

Perniciem veniens in ævum,

Si non periret immiserabilis

Captiva pubes. Signa ego Punicis

Affixa delubris, et arma
Militibus sine cæde, dixit,

Derepta vidi: vidi ego civium

Retorta tergo brachia libero,

Portasque non clausas, et arva
Marte coli populata nostro.

Auro repensus scilicet acrior

Miles redibit? Flagitio additis

Damnum neque amissos colores
Lana refert medicata fuco;

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¡Pudo de Craso el criminal soldado
En torpe lazo unirse á una estrangera!
Y ¡ó patria! ¡ó corrupcion! ¡pudo olvidado
Del nombre venerado,

Toga, broqueles y vestal hoguera,

Un romano vivir bajo un rey medo!
Y los campos de un suegro cultivaba,
Y en ellos ¡ay! encanecia ledo,
Mientras al orbe miedo

Erguido el Capitolio aun inspiraba!

Tal anheló evitar, á la honra atento,
Régulo, pactos viles desechando,

Y juventud á quien faltó el aliento,
Para eterno escarmiento,

Sin piedad á la muerte abandonando.

» Yo ví en los templos púnicos clavadas

Yo, las cautivas águilas, decia;

De los cobardes brazos arrancadas,

Yo ví, yo las espadas,

Que no enemiga sangre enrojecia.

» Yo ví los hierros, que las manos yertas

A las libres espaldas amarraron;

De las ciudades sin cerrar las puertas,

Y de mieses cubiertas

Vegas que nuestras armas devastaron.

» Oro en su vil rescate consumido Volviera el brio al tímido guerrero ? No la virtud al pecho corrompido

Vuelve cuando ha salido,

Ni tinta lana á su color primero.

TOMO II.

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