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DEL OBISPO DE ASTORGA

AL CLERO Y PUEBLO DE SU DIÓCESI

Á QUE LEAN CON VIVA FE Y HUmildad de corAZON LAS SANTAS ESCRITURAS, SEGUN LOS DESEOS Y REGLAS DE NUESTRA MADRE LA IGLESIA, PARA PRESERVARSE DE LA IMPIEDAD Y DE LA SUPERSTICION.

Les anuncia que con este fin va á repartir entre las parroquias, á manera de limosna espiritual, una porcion de ejemplares de toda la Biblia, y ademas ciento del Nuevo Testamento de la segunda edicion, y quinientos de aquellos otros libros de la Escritura, cuya lectura es muy especialmente provechosa á los eclesiásticos, y tambien á los fieles en general. Con este motivo les da razon del religioso conato con que los augustos Soberanos, el Sr. D. Cárlos IV y el Sr. D. Fernando VII (Q. G. G.), proporcionaron á la católica España esta nueva Version: las vivas y extraordinarias diligencias que se han hecho para que saliera con la posible perfeccion y menor coste; y para inspirar mas confianza á los lectores se copian al fin las expresiones con que algunos Emmos. Sres. Cardenales y todos los Excmos. é Ilmos. Prelados de España animaron al traductor á llevar á cabo su árdua empresa, y se han congratulado al verla felizmente concluida.

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DON FELIX TORRES AMAT, por la gracia de Dios y de la santa

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Sede Apostólica Obispo de Astorga, Prelado doméstico de

su Santidad y Asistente al sacro Solio Pontificio, del Consejo de S. M., &c. &c.

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Al clero y pueblo de nuestra diócesis, salud en nuestro Señor JESUCRISTO, que es la verdadera salud.

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Con sentimiento mio he tenido que separarme de vosotros, A. H. M., para asistir á las sesiones de esta Real Junta eclesiástica, formada por el religioso Gobierno de la Reina nuestra Señora, para que algunos prelados, valiéndonos de las noticias que nos envien todos los demas hermanos nuestros en el ministerio episcopal de la Iglesia de España y todos los prelados Generales de las órdenes regulares, reunamos los datos necesarios para preparar una suave y saludable reforma ó un nuevo arreglo del clero, por los medios canónicos que expresa bien el Real decreto de 22 de abril de 1834; reforma ó nuevo arreglo que ha querido S. M. que fuese especialmente obra de los mismos Prelados de la Iglesia y de su cabeza el supremo Pontífice: todo scon el santo fin de que se aumente el verdadero y sólido esplendor de la Religion; remediándose algunos males y abusos entre los cuales no es el menor el verse reducidos á la pobreza una gran porcion de curas párrocos, que por su sagrado y benéfico ministerio son tan acreedores á una decorosa subsistencia, y el vivir á costa de la Iglesia muchos clérigos que ordenados de mayores, ó sin ordenarse, de nada la sirven, si es que no la dañan con su vida poco. arreglada.

Pero aun en este intervalo en que he de vivir separado de vosotros discurro cómo suplir en algun modo mi presencia y trabajar en vuestra santificacion. Miro como de Dios el pensamiento de procurar que en todas las parroquias de esa mi dilatada diócesis, que por lo general ape

nas tienen lo necesario para el culto Divino, se puedan leer ú oir leer las santas Escrituras en lengua vulgar, segun se practicaba en los mas felices tiempos de la Iglesia en que, como nos dicen S. Agustin y S. Gerónimo, el pueblo fiel sabia de memoria y cantaba en los domingos muchos salmos y varios cánticos y pasajes de la sagrada Escritura, la cual solia ser la lectura mas frecuente en las familias, y la materia de los sermones ú homilías con que los ministros de la Religion exhortaban á la virtud y retraian del vicio. Movido pues de tan santo fin he reunido muchos ejemplares de la Biblia, y muchos mas del Nuevo Testamento y de otros libros del Antiguo cuya lectura me ha parecido mas útil á los fieles, y espero repartirlos de tal modo entre las novecientas, trece parroquias y anejos de que consta la diócesi, que sea fácil el que en todas puedan leerse ú oirse leer, á discrecion del párroco, las palabras de vida eterna que escribió Dios para nuestro consuelo y santificacion.

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Las sublimes verdades y benéficas máximas de la moral Divina que se contienen en los santos Evangelios, Hechos de los Apóstoles y demas libros del Nuevo Testamento; en los de los Salmos, Tobías, Estér, Judit, Job y los cinco Sapienciales; en los de los Profetas mayores y menores y de los de los Macabéos, ¡cuánto no avivarán la piedad y el deseo de la perfeccion cristiana en mis amados feligreses, si los leen ú oyen explicar con el espíritu que prescribe nuestra madre la Iglesia ! Si deseais tener un modeló para celebrar la grandeza del Criador y su infinito poder y sabiduría, si le quereis para pedirle óra que os consuele en las adversidades, ora que os libre de algun peligro, ó ya que os conceda algún beneficio, óbien para darle gracias de haberle obtenido ; para todo esto y mucho mas hallaréis en el libro de los Salmos los mas tiernos y sublimes cánticos. Y valiéndome de las mismas palabras de los santos Crisóstomo y Ambrosio, con las cuales exhortaba no hace muchos años el piadoso obispo de Orihuela el Ilmo. Sr. D. Simon Lopez (Pastoral de 12 de agosto de 1820): "Trocad, os diré, amados hijos, la lectura de las >> historias profanas por la historia de Moisés, y luego nos diréis cuál >>os ha complacido y deleitado mas. En lugar de los anales de los guer>>reros y conquistadores de Roma y Cartago, leed las guerras y con>>quistas, los combates y los triunfos grabados en los sagrados libros de »Josué, de los Jueces, de los Reyes y de los Macabéos. Si la ambi»cion os arrastra á la poesía, no la halláréis ni más hermosa ni mas >> sublime que en los Salmos de David. Si os deleitan los poemas ¡qué » poema tan dulce, tan espiritual y tan divino como el que contiene el >> Cántico de los cánticos! Si gustais de máximas, consejos y preceptos » morales, leed los Proverbios, el Eclesiastés, la Sabiduría y el Eclesiás>>tico. Si os complace el estilo sublime ¿dónde le hallaréis, mejor que » en el profeta Isaias? Si estais inclinados á leer las vidas de los hé-,

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»roès, leed los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. En fin, si la »santa teología, si la moral cristiana llama vuestra atención, estudiad »el Evangelio, y las Epístolas de S. Pablo y de los restantes sagrados

>> escritores."

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La IMPIEDAD, hija de la Soberbia, y la SUPERSTICION, hija de la Igno- : rancia, son, amados hermanos mios, dos de los principales y mas fieros enemigos que desde el principio del mundo hacen contínua y cruda guerra á los hijos de Adan. La orgullosa impiedad trabaja incesantemente por arrancar del corazon de muchos las máximas de nuestra Religion divina y consoladora : la fanática supersticion, por corromperlas en los demás y substituir á ellas una máscara ó disfraz de falsa é hipócrita piedad que embrutece á los hombres á fin de dominarlos, como hicieron Mahema y demás inventores de sectas religiosas. Ambos monstruos impiedad y supersticion entraron en el mundo por el pecado ó rebelion del hombre contra Dios: pecado que causó el fatal trastorno de nuestra naturaleza, cuando acababa de salir pura y bella de las manos de su benéfico Criador, el cual con los dones de la gracia original habia ilustrado su entendimiento para conocer el bien, y movia suavemente su voluntad á abrazarle libremente. El fin por qué nuestro buen Dios permitió que el hombre, á quien acababa de formar á su imágen y semejanza, se rebelase luego contra él abusando del noble don del libre albedrío ó libertad que le concediera, y la causa de que este horroroso estrago se comunique á r todos sus descendientes, es, hijos mios, un misterio que debemos todos venerar humildemente, sin pretender escudriñar los altísimos y secretos arcanos del Ser supremo, infinitamente superiores á la débil vista de nuestra razon natural; y un misterio que vislumbraron y no pudieron jamás explicar los grandes ingenios y mas sábios filósofos de la antigüe– dad. Que por eso algunos de ellos llamaban madrastra á nuestra naturaleza, á pesar de que casi todos conocieron, como Ciceron, que era infinito el poder, la bondad y la sabiduría del que la crió, y gobierna esta admirable máquina del universo: máquina en la cual hay infinitos movimientos ú operaciones combinadas unas con otras, y dirigidas todas al fin santo y bueno que se propuso desde la eternidad el Criador de todos los séres.

Y aunque es verdad que la flaca razon del hombre no puede conciliar muchas de estas combinaciones ó sucesos, que se le figuran contradictorios entre sí y opuestos al bienestar de las criaturas; ¿quién será el mortal que ose levantar el dedo para señalar una falta ó descuido del Omnipotente Criador? ¿quién, á no estar poseido de la mas frenética soberbia ó delirante orgullo, ó sin ser enteramente estúpido, se atre¬ verá á pensar qué él hubiera podido enmendar la plana á Dios, ó aconsejarle para corregir ó mejorar la creacion del universo? Que un sen

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